De Fogón, Mate y otras Yerbas. Hoy, “Into the Wild” - Por Mariana Weingast

 

Hace algunos años me recomendaron fervientemente que vea una película llamada “Into the Wild”, que sería algo así como adentrarse en lo salvaje. La encontré no recuerdo donde, YouTube tal vez,  y sin pausa me dejé llevar por las postales fabulosas de un ambiente natural y una banda de sonido de lujo para una historia atrapante, que resulta de algún modo un canto a las ansias de libertad y supervivencia, pero que, como la vida misma, de golpe te clava un puñal en el medio del alma (si es que el alma tuviera un punto medio definible como tal) y sentís que se te estruja el pecho.


Ahí es cuando me arrepentí un poco por no haber chusmeado antes de que trataba, no como para evitar verla sino como para articular en el momento indicado algún mecanismo de contención emotiva. Por eso hoy vengo a ofrecer mi corazón, recomendándola, y contando un poco de que va la cosa.




La película es del año 2007, y tuvo a cargo del guión y la dirección nada menos que al enorme Sean Penn, la producción de Art Linson, William Pohlad y Sean Penn, y un reparto compuesto, entre otros por Emile Hirsch, William Hurt, Marcia Gay Harden, Catherine Keener, Hal Holbrook, Kristen Stewart, Vince Vaughn, Jena Malone y como frutilla del postre, la música a cargo de Eddie Vedder, líder de Pearl Jam - en una faceta sutil y mágica de su carrera como músico y cantante -  que la hicieron merecedora de ser una de las películas independientes más famosas y exitosas que aparecieron entre el  2000 al 2010.



La trama está basada en una historia real llevada a la literatura por el escritor y alpinista Jon Krakauer en el año 1996 a través de su libro “Hacia rutas salvajes”  (Ediciones B), que se mete de lleno en la vida de Christopher Johnson McCandless, un joven de 22 años,  de Virginia, Estados Unidos, criado en el seno de una familia pudiente, graduado en Historia y Antropología por la Universidad de Emory (Atlanta) y que a punto de entrar a Harvard decide romper la estructura que le tenía planeado el "destino familiar" y llevar a la realidad durante un tiempo su sueño de tener una vida libre en estado salvaje, eligiendo como destino las complicadas tierras de Alaska, específicamente una zona que es conocida como Stampede Trail (la Senda de la Estampida). 

Es así que McCandless, arrastrado por un absoluto desprecio a lo que él consideraba un materialismo hipócrita de sus progenitores - que según su opinión, solo vivían haciendo regalos -  dona sus ahorros a una ONG y desaparece sigilosamente, ligero de equipaje, pero con el bagaje que le dejaron los libros que fue leyendo a lo largo de su joven vida y de algún modo lo formaron en su espíritu. 

Antes de irse y como para darnos una idea de como se estaba sintiendo, le escribió a un amigo: «No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada… No necesitas tener a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Está ahí fuera, sencillamente.»



Y lo que hace el glorioso Sean Penn en la película es bifurcar la narración en dos discursos que van entrelazando, por un lado,  la estadía de nuestro protagonista, que cambia su nombre por el alias “Alexander Supertramp”  en Alaska,  y por el otro, todo el derrotero que lo lleva hasta ese lugar, pasando por la mitad oeste de Estados Unidos: Arizona, California, Oregón, Dakota del Sur, y sus intrépidos actos de arrojo, sin brújula ni mapa, sin información acerca de los recorridos, sin protección, sin un norte más que ser un alma despojada de posesiones,  con toda la garra necesaria para embarcarse en una aventura desafiante.



En medio de todo ese viaje, además de tirarse al vacío casi literalmente en actividades cuasi deportivas de riesgo, eso gracias a las las características de los lugares por los que fue transitando, se va a vincular con mucha gente con la que estrecha lazos, incluso románticos, a quienes le cae en gracia porque es encantador, inteligente, buena gente, trabajador.  Entonces, lo reciben, acobijan, lo ayudan y le ofrecen la oportunidad de empezar una nueva vida en un entorno hospitalario, pero “Alexander Supertramp” lo deja atrás.



En ese trajín se encuentran con el que va a ser la una de las marcas registradas de la trama, un viejo autobús conocido como el Bus 142, que había sido parte del sistema de transporte público de la ciudad de Fairbanks, en la década del 40,  destinado a alojar a los empleados de la compañía Yutan Construction durante el tiempo en el que se estaba construyendo el camino que une las localidades mineras de Lignite y Stampede, y que fue abandonado en 1961 cuando terminaron las obras.

De ese modo, tan solo con con una estufa de leña y una hamaca, el rodado se va a  convertir en el hogar de  “Alexander Supertramp” desde el que va a continuar con ese idilio con la naturaleza y sus anhelos, pero sin dejar de enfrentarse con la realidad que siempre, en mayor o menor medida, supera a la ficción. 

Tal es así que hace no mucho tiempo las autoridades tuvieron que retirar el rodado del lugar porque se había convertido en un refugio de ocasionales cazadores, excursionistas pero por sobre todo se convirtió en un lugar ritual de curiosos y personas que querían reproducir la odisea de "Alexander Supertramp", muchos de los cuales tuvieron que ser rescatados por las autoridades. 



Krakauer, como colaborador de la revista Outside, escribió en 1993 un reportaje sobre la desaparición de McCandless que impresionó a miles de lectores y después de las repercusiones quedó atrapado por la historia y se dedicó a rastrear los detalles de su peregrinación, tal vez para comprender las motivaciones del joven, la atracción que ejercen los espacios salvajes sobre la imaginación de los muchos estadounidenses, el hechizo que generan las actividades de alto riesgo y por sobre todo los vínculos entre padres e hijos, a veces conflictivos. 



Y todo esto es el eje en torno al cual gira esta historia que ha marcado a fuego a muchas personas una vez que se hizo conocida, y fue tomada como ejemplo y disparador para meterse de lleno en transitar las huellas que “Alexander Supertramp” dejó como senda en la región.

Así que, sin más,  cierro esta página con una de las cosas más hermosas que me dejó como souvenir la película, y que al igual que ésta, vale la pena disfrutar.



 

Comentarios

  1. Ya que esoy preparada y adevetida por esta maravillosa reseña, voy a verla. Gracias

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