Pioneras en el deporte: hoy Marina Lezcano - Por Sergio M.


Hay veces en que la vida de algunas mujeres se transforma en ejemplo y sirve de inspiración a otras  en la búsqueda de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Son aquellas que logran salirse de los moldes impuestos por la sociedad  patriarcal, con acciones o luchas que contribuyen, aún en forma inconsciente, a la consecución de una transformación cultural en relación al rol de la mujer en la sociedad.

Hoy recordaremos cómo,  en un tiempo bastante lejano en lo ideológico al hoy de mujeres empoderadas, una adolescente logró romper las barreras del submundo de uno de los deportes más machistas, convirtiéndose en una leyenda: Marina Lezcano, “Marinita” o “Manzanita” para sus afectos.  



Nacida en Lomas de Zamora, cuando la familia se mudó a San Vicente comenzó su amor por los caballos, y cuentan que a partir de los 13 años, decidida a ser  jocketa,  ya despuntaba el vicio en las carreras cuadreras de la zona.

Su verdadera lucha feminista comenzó cuando decidió ir en serio en busca de su vocación y concurrió a inscribirse en la escuela de jockeys del Hipódromo de La Plata, donde comenzó a recibir varios no como respuesta. Es que, en esa época, el turf y las mujeres eran asunto separado que recorrían caminos que no se juntaban.

La propia Marina recuerda que un hecho casi fortuito fue el que le jugó a favor a ella y a sus compañeras en la batalla por ingresar a la escuela de jockeys: “Fue una lucha feminista terrible. Éramos 10 mujeres las que queríamos entrar: hicimos muchas cartas, pedidos, llantos, súplicas y demás. Gracias a eso, un día se conmovieron y tuvimos la suerte de que vino Suzana Davis, una jocketa que hacía exhibiciones, era una chica muy bonita que llamaba la atención. Y, como ella vino, nos permitieron ingresar a la escuela como oyentes. A los 2 años salimos a correr”. La escuela que les abrió las puertas finalmente fue la del Hipódromo de San Isidro.

Marina Lezcano debutó el 15 de diciembre de 1974 (con su metro y  medio de estatura, sus 41 kg. de peso y con apenas 17 años de edad),   llegando segunda, y  ganaría su primera carrera cuatro días después, montando a la yegua Sandie Shaw, en el que fue el primero de sus incontables triunfos, entre los que se cuentan los clásicos más importantes del turf argentino. Su etapa de aprendiz terminó el 8 de octubre de 1976, al obtener su victoria número 60, nada menos que en el Gran Premio Nacional, siendo la primera mujer en conseguirlo.



Su gloria máxima le llegaría en 1978, año en que con Telescópico obtuvo la cuádruple corona, esto significa que venció en la Polla de Potrillos, el Gran Premio Jockey Club, el Gran Premio Nacional y el Gran Premio Carlos Pellegrini. Para tener idea cabal de la dimensión de tal logro, cabe recordar que en la historia más que centenaria del turf de nuestro país, ese galardón solo fue conseguido en 10 oportunidades, siendo Marina Lezcano la única mujer en hacerlo, a la vez que la última persona en lograr tal hazaña, hace ya 42 años.



Otro hito en su exitosa trayectoria lo constituye su triunfo en el Gran Premio Jockey Club de 1982, clásico en el que, con Fort de France, logró el triunfo en la grama de San Isidro en el tiempo de 1´ 57” 1/5, record mundial para los 2000 metros por entonces.

El 30 de abril de 1989 corrió su última carrera, sabiendo que estaba embarazada. Había conseguido 611 triunfos, entre los que se incluyen más de 100 clásicos. Durante casi treinta años conservó el record de ser la jocketa con mayor cantidad de victorias en Argentina, hasta que en 2016 fue superada por Lucrecia Carabajal.

Hoy, lejos de la fama que tuvo hace décadas, se encuentra radicada en la ciudad de La Punta, provincia de San Luis, donde dirige la escuela de jockeys del hipódromo local.

Cerramos el recuerdo de esta pequeña gran mujer, indiscutible pionera en su deporte, escuchando el tango  que le dedicaron Carlos Mayel y José Paradizo, titulado “Muñeca de Oro”.



Comentarios

  1. Muy lindo recuerdo amigo ,a seguir deleitandonos con buenas historias y recuerdoss abrazo

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  2. ¡Qué buena historia! . Y cuántas luchas aún por ganar. Emociona.

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