El origen del Rey de Copas - Por Sergio M.

Intentando parafrasear la vieja canción de Vox Dei, podríamos decir que todo tiene un principio, todo comienza. Y el 12 de agosto de 1964, el Club Atlético Independiente, se consagró como el primer equipo argentino en ser campeón de la Copa Libertadores, en lo que fue el eslabón  original de una cadena de títulos internacionales cuya cuenta llega hoy a 18. Aquella noche de hace casi 56 años, nacía el verdadero Rey de Copas.


En ese entonces, el torneo continental se denominaba simplemente “Campeones de América” y, como su nombre lo indica, lo disputaba un solo equipo por país (el campeón del año anterior), además del campeón de la edición anterior. Recién en 1965, pasaría a llamarse Copa Libertadores de América y aumentaría un cupo por país.

Hasta ese momento habían participado del torneo San Lorenzo (semifinalista en 1960); el propio Independiente (cuartofinalista en 1961); Racing (no pasó la primera fase en 1962), y Boca (perdió la final en 1963).

Independiente llegó al torneo sudamericano de 1964, en su carácter de campeón del torneo argentino de 1963. Dirigido técnicamente por el cordobés Manuel Giúdice, El equipo de Avellaneda estaba conformado por una mezcla de jugadores surgidos de sus propias divisiones inferiores, como Miguel Ángel "Pepé" Santoro, Osvaldo Mura y Raúl Bernao, a los que se sumaba el aporte de otros más experimentados entre los que cabe mencionar al uruguayo Tomás Rolan y  Roberto `Pipo` Ferreiro, sin dejar de mencionar al trío llegado ese año de Chacarita, conformado por Juan Carlos Guzmán,  Mario Rodríguez y Raúl Savoy, siendo estos dos últimos los goleadores del rojo.

La fase final del torneo fue disputado por 10 equipos (en la ronda preliminar, Deportivo Italia de Venezuela había eliminado a Bahía de Brasil), quedando entonces el campeón del año anterior de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, divididos en tres grupos, cuyo ganador pasaba a las semifinales, etapa en la que se sumaba el campeón de la edición anterior que era el Santos de Brasil (en este caso venía de ser bicampeón en 1962 y 63). En la fase de grupos, Independiente integró el grupo 1 junto a Alianza Lima de Perú (4-0 y 2-2) y Millonarios de Colombia (5-1 y ganó los puntos en la revancha por no presentación del equipo colombiano), quedando en el primer puesto y, consecuentemente, clasificado a semifinales.

Em esa instancia, el rojo tuvo que enfrentar a Santos, equipo de temer, conformado por Pelé, Mengalvio, Coutinho, Pepe y Dorval, pero estos no estuvieron disponibles para jugar los partidos de la Libertadores.

En la ida, en el estadio Maracaná, Independiente logró un valioso triunfo por 3 a 2 con goles de Rodríguez, Bernao y Suárez, victoria que casi lo depositaba en la gran final.

En Avellaneda, volvió a vencer al equipo paulista, esta vez por 2 a 1 con  goles convertidos por Miguel Ángel Mori y Rodríguez.

Los dos partidos de la final fueron típicos de la copa de aquel entonces, cerrados y casi sin errores. El DT de Independiente sorprendió poniendo a Pepé Santoro de titular en Montevideo, y el arquero respondió siendo la figura que sostuvo el 0-0 con que finalizó la ida (nota aparte es que a partir de allí fue titular en el rojo por los siguientes 10 años, hasta que fue vendido al Hércules  de Alicante a mediados de 1974). De local, fue  1-0  a favor de Independiente con un bombazo al segundo palo de Mario Rodriguez, gol que comenzó a marcar a fuego el mito y la leyenda roja.


 Así, aquella noche del miércoles 12 de agosto del 64, se transformó en un hito histórico, no sólo para Independiente sino para todo el fútbol argentino. Fue el embrión de la gran historia internacional del rojo de Avellaneda. Fue su primera copa, a la que luego se agregaron otras 17. Con otros jugadores, con otros técnicos. Y con otros dirigentes.

Aquella noche, la doble visera de cemento, por entonces la casa del diablo, o sea el infierno, estuvo encantador, tal como cantan “Los redondos”.


A casi 56 años de esa jornada histórica y luego un periodo  aciago hace muy poco tiempo, Independiente debe asumir la obligación de mirar a su pasado para reconstruir su presente y tener un futuro venturoso. Tiene la obligación de volver a ser un gran animador de cuánto torneo se dispute. El ejercicio de la  memoria nunca es en vano. Es esencial. Sin ello no es posible la construcción del hoy y del mañana,  para que así, los que somos hinchas de otros equipos podamos volver a sentir "simpatía por el diablo", canción de los Rolling Stones, que les dejo para terminar.


 


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