LA EPIDEMIA DE LA SOLEDAD - Silvana Beatriz Da Silva



Contar una historia es fácil, contar un suceso, una vivencia, no tiene que ser complicado, lo complicado viene cuando no sabes bien si eres capaz de expresar con palabras todos los sentimientos vividos, todo lo que ha ocurrido a tu alrededor con una velocidad y una intensidad que jamás hubieses imaginado.

Lo sencillo sería hacer un relato cronológico, ir marcando sucesos por días, meses, pero... 

¿Cómo hacerlo cuando los días se convierten en algo intrascendente y los meses pasan sin siquiera tener tiempo de pensar qué es lo que ha pasado, qué ha cambiado, qué está pasando, cómo de un día para el otro todo se rompió?

Mis sentimientos están mezclados con sensaciones, con emociones, con dolor, impotencia, pero también con esperanza y con un aprendizaje vital que jamás podré olvidar.
Tiempos tremendamente tristes que nos suceden absolutamente a todos, cuando digo todos me refiero a la humanidad en su conjunto.


¿Cómo acostumbrarnos a contar diariamente miles de muertos, millones de desocupados?
Lo más tremendo es llevar adelante esta propia batalla solitaria.
¿Cómo comprender que el peligro mortal está en un beso, en un abrazo, o en el mismo aire que respiramos?

Ese pinzamiento que se engancha en la garganta hasta dolerte, por la ausencia de los seres amados, y de sus abrazos que te ayuden a resistir.
Ese vacío que se experimenta cuando no esperas nada de mañana mientras se va borrando tu pasado.
Esta pandemia nos cambió la vida de cuajo.
 
Los que decíamos que no teníamos tiempo para hacer esto o lo otro, ahora resulta que lo único que tenemos es tiempo.

Dicen que al miedo hay que mirarlo de frente, pero para enfrentarse a lo desconocido e invisible, hay que tener valentía. 

Ni en las peores pesadillas podíamos imaginar vivir algo así. 
Nunca estando tan cerca hemos estado tan lejos. 
Comunicarse con los seres queridos por video llamadas como si estuviéramos a kilómetros de distancia.

Éramos seres libres que hoy nos encontramos encerrados en diferentes tipos de cajas, unas mejores otras peores y otros ni  siquiera tienen una, pero cajas al fin.

¿Cómo nos va a terminar afectando esto? ¿Se extenderá por años la distancia social?  
Trato de buscar con que momentos compararlo, pero es imposible, incomparable, porque esta vez la estoy viviendo, padeciendo, sufriendo, las otras sólo las leí en libros de historia.


Hay días que me siento un astronauta, envuelta en ese traje que no me permite moverme libremente, y floto en esa capsula o casa o caja que es lo mismo, en el espacio o en mis metros cuadrados de mi caja.

Me siento anestesiada en este mundo de cajas, tengo desregulado el sueño y el humor.
El humano necesita del tacto y aunque sabemos que eso puede matarnos, esa necesidad no se va.

Mi círculo social que antes se medía en kilómetros ahora se redujo a los poquitos convivientes, el resto de la familia tiene su propia burbuja. 
Esas burbujas que me impiden el abrazo que tanto necesito de mis otros hijos, de mis nietos, de mis padres, hermanos, amigos, compañeros. 


Nuestra vida migró a lo cibernético, a las redes virtuales, a la frialdad de una computadora, ahí interactuamos ahora, por ahí pasa ahora nuestra vida entera.

¿Qué daños le causará a nuestros cuerpos la soledad? 
La soledad como amenaza incluso de perder la cordura. 
La soledad como factor de riesgo con sus consecuencias nefastas.

Mantener la cordura, la mesura, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
No desaprovechemos la oportunidad de este tiempo para reflexionar y cuidar todo aquello que descuidamos antes, los amores, las amistades, los placeres, todo aquello que deseemos hacer porque quizás no hay un después.  

Busquemos aquello que nos sirva para mejorar nuestras vidas y la de los demás. 
“Solo hay una cosa más dolorosa que aprender de la experiencia y es no aprender de la experiencia”.

Si hay algo que le agradezco a esta pandemia, es el uso del tapabocas, porque gracias a él volvimos a mirarnos y a sonreír con los ojos, la mirada fue la conexión entre almas.


La situación límite que vivimos nos hizo reconocer héroes, probablemente siempre lo fueron, pero la historia no los había puesto allí en ese lugar aún, como el personal de la salud en su conjunto, los trabajadores esenciales, los miles de compañeros y compañeras que salieron a  ayudar al más necesitado. 
Todos somos parte de un gran engranaje que no puede detenerse.  

Debemos salir fortalecidos de esto unidos, en nombre de todos aquellos que no lo lograron, de los que han sufrido pérdidas irreparables, tan dolorosas que ni un último adiós pudieron dar a su ser amado.

Que crueldad tan grande lo que nos ha sucedido. 

¿Lo merecíamos, tal vez?


Amapola - ( Juan Quintero, Luis Pescetti y Luna Monti )



Comentarios

  1. Gracias por esta vuelta tuya transformada en texto, lleno de dolor, pasión, verdad y esperanza. Abrazo grande!

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  2. Muy buena nota.
    Nadie saldrá indemne de estos tiempos.

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