De Fogón, Mate y otras Yerbas - Hoy, Encrucijada. Por Mariana Weingast.

 

Hace unos cuantos meses arrime a este fogón algo acerca de los pactos con el diablo, y me explayé más específicamente sobre la figura del mítico Robert Johnson, blusero de ley, que le habría vendido su alma al demonio a cambio de poder ser un inigualable guitarrista. Y en ese momento dejé afuera del relato lo que fue el disparador que me llevó a encarar el tema: “Crossroads” la película de Walter Hill, con guión de John Fusco, música a cargo de Ry Cooder, que se estrenó hace exactamente hace 35 años, y luego en nuestro país,  bajo el título de “Encrucijada”.



La trama gira en torno a la búsqueda de una supuesta melodía perdida escrita por el ya mencionado Robert Johnson, encarada por Eugene Martone (Ralph Macchio) un joven y virtuoso estudiante de guitarra clásica que sueña con consagrarse en el mundo de la música. Amante del blues, supuso que con ese tema misterioso en sus manos el camino se le iba a allanar, y es así que empieza a ver por dónde encontrar una punta que lo lleve a dar con ese tesoro artístico.


En ese plan logra acercarse a Willie Brown (Joe Seneca), un viejo blusero que supo ser cercano al mismísimo Johnson, y que reconoce rápidamente el talento del muchacho, por lo que, le ofrece ayudarlo a encontrar la melodía, pero a cambio de que él haga lo propio con una vieja deuda que había contraído muchos años atrás y necesitaba cancelar.

Poca sorpresa habrá si digo que el acreedor de esa deuda que tenía que cancelar nuestro entrañable Willie es el tan mentado diablo que, como la fama no se la ganó en vano, va a ponerle en ese camino todas las dificultades habidas y por haber para romper ese pacto sellado allá lejos y hace tiempo en un cruce de caminos en las afueras de Mississippi.


Entonces, como favor con favor se paga, dejando atrás el hogar de retiro en el que estaba viviendo, con la complicidad de Eugene, los protagonistas se disponen a encarar la travesía hacia el origen de todo, comenzando un viaje bastante cuesta arriba. Pero la experiencia del viejo blusero comienza a ser enseñanza pura para Eugene, y ambos, con la armónica el primero y la guitarra, el otro, improvisación mediante, van metiéndose en el submundo del blues local de la zona, con algunos aciertos en las decisiones que toman y obviamente con bastantes desilusiones que enfrentar. La vida misma, podríamos decir.


El tema no pierde vigencia: más dinero que el que se puede gastar en una vida entera, poder, fama, juventud eterna, eran los deseos que movían a algunos seres sensibles e inseguros a venderle el alma al demonio, claramente  necesitados de reconocimiento popular fácil y veloz. Y si bien hoy en día ya no se habla de los pactos fáusticos como algo de práctica, esos objetivos siguen siendo el motor de muchos que dejan su integridad, afectos y buen nombre y honor (si lo tuvieran) con tal de lograr un lugar rutilante en su paso por este mundo.

Otros lo solucionan siendo un poco picantes en redes sociales para aparecer replicados en un programa de chimentos en la tele a las 3 de la tarde, o arañando algún “like”. Más barato y menos riesgoso que acordar con Lucifer.  Sino, diganselo al bueno de Brown, que tiene que volver a verle la cara a esa figura de las tinieblas, y ahí es donde viene la parte más interesante del relato fílmico, donde Eugene pasa a ocupar un lugar predominante para tratar de logar la salvación del alma de su compañero de ruta, y el velado mensaje que tal vez nos quiera dejar la película.

Porque, al muchacho lo conocemos tratando de desandar los pocos pasos que viene transitando a su corta edad, que cree que lo más importante está por venir, que lo que tiene es poco, que nada de lo que ha aprendido le sirve para algo, aunque ese algo sea Mozart, y lo vemos comprendiendo de algún modo, que aunque reniegue de esa poca experiencia, es la única que lo va a ayudar a crecer y forjar los recursos con los que se va a ir reinventando de ahí en más.


Para los amantes de la música, es una buena oportunidad para despuntar el vicio, volver a verla si ya lo hicieron, y disfrutar de una trama llevadera, que toca un tema siempre atractivo como es la figura del diablo, y que si bien lo hace desde un lugar bastante liviano y hasta tierno me animo a decir, resulta efectiva.



Así que, a pesar de los más de 30 años que nos separan de su estreno, con todo lo que ello implica en materia de producciones cinematográficas, creo que “Crossroads” sigue conservando la mística, gracias a una buena selección de actores, actrices y los personajes que desarrollan, la fotografía por sobre todas las cosas, los momentos musicales que evocan el mejor blues y rythm and blues acompañados de una exquisita banda de sonido, y como frutilla del postre, un duelo de guitarras incluido con la participación del maestro de las seis cuerdas Steve Vai, que viene a confirmar que el diablo siempre se las rebusca para meter la cola.

Me despido con la razón fundamental por la cual hoy estoy recordando el aniversario del estreno de esta película y porque nunca me canso de verla. Quién no lo haya hecho,  ATENCIÓN: el video contiene SPOILER. 



Comentarios

  1. Qué lindo suena todo eso!!!! gracias por traerlo desde el recuerdo!!

    ResponderEliminar
  2. Esas cosas que alguna vez nos pegaron fuerte y hoy nos ayudan a reencontrarnos con momentos placenteros. Gracias a vos Ceci!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares