Omar, Velez y el misterioso partido del Metropolitano ´77 - Por Coordinadora de DDHH del Fútbol Argentino
El 11 de septiembre de 1977 todo
estaba dispuesto para que comenzara la fecha 28 del Metropolitano. Eran
aquellos recordados torneos largos, en los que los grandes casi siempre sacaban
ventaja ante los planteles chicos. De hecho, el torneo se lo llevó River en la
última fecha. Si bien estaba todo listo, aquel domingo amaneció con una
inesperada, copiosa y constante lluvia. Las condiciones no estaban dadas y los
partidos fueron suspendidos, excepto uno: el encuentro entre Quilmes y Vélez en
el viejo estadio del sur.
Desde Caseros, Cherif Omar Aine
Rojas, estudiante de la UTN, militante de la JUP y de la UES, salió camino
hacia Quilmes. Omar era chileno, pero desde muy chico vivía en Argentina y era
fanático de Vélez Sársfield. Alberto Barba, su gran amigo de la vida y de la
militancia, recuerda cuando lo acompaño a ver la final contra Huracán en el
‘71. ¡Qué triste estaba el chileno! Es que así lo apodaban sus amigos más
cercanos. Los que vinieron después, lo conocerían por “Tito” o “Chato”.
En Vélez, que en esa época hacía de
local en Ferro por las remodelaciones del estadio para el Mundial 1978, no
entendían por qué serían los únicos en jugar, el desconcierto era muy grande. Y
más grande fue la sorpresa cuando estuvieron en la cancha al ver lo
intransitable que se hacía el campo. Era imposible jugar, la pelota no corría
ni un metro. La lluvia era una cortina y la gente que había llegado se agolpaba
debajo de cualquier techo improvisado. Los recuerdos de los jugadores hablan de
un barrial, algo inédito en sus carreras.
A Omar no lo amedrentó la lluvia. Se
despidió de su madre y de su hermano y salió rumbo al sur. Al fin y al cabo, un
domingo sin fútbol no era un domingo.
No se sabe muy bien cómo viajo hasta
allá, tampoco se conoce si llegó a ver el partido, porque el chileno nunca
volvió. Ese mismo domingo 11 de septiembre fue secuestrado en algún lugar de
Quilmes.
A la noche, su hermano Isaac imaginó
una pelea entre hinchadas. Al otro día llegó hasta Quilmes a preguntar por él.
En la sede policial tomaron los datos y comentaron que informarían si tenían
alguna noticia.
Esa misma noche llegaron las
novedades. Una patota se presentó en la casa familiar con la cédula de Omar, y
luego de revisar, patear y robar pertenencias, se llevó secuestrado a Isaac.
Al llegar al lugar de cautiverio,
Isaac reconoció estar donde al mediodía había radicado la denuncia de la
desaparición de su hermano y, aunque tenía los ojos tapados, pudo reconocer un
fuerte olor a comida que había sentido horas atrás.
Isaac cree que estuvo cerca de Omar,
pero no lo puede asegurar. No lo vio, no lo escuchó, pero lo sintió. A los días
fue liberado en un descampado y nunca más supo de él.
A lo largo de este relato existe una
pregunta que se convierte en una gran incógnita. ¿Por qué se jugó aquel partido
si todos fueron suspendidos? ¿Alguien sabía que el chileno iba a estar ahí? ¿La
inteligencia del gobierno de facto tenía esa información? ¿Quién dio la orden
para que la pelota rodara fuera como fuera aquel lluvioso domingo quilmeño?
Todas estas conjeturas giran
alrededor de su secuestro y desaparición. Aunque relatos informales lo afirman,
nadie se atreve a confirmar la fuerte hipótesis de un partido que se jugó a la
medida del gobierno militar para secuestrar y desaparecer. El fútbol puesto al
servicio de la represión estatal, una de las páginas más oscuras de nuestra
historia.
Aunque el tiempo pasó, su hermano,
sus amigos y sobre todo su madre, siempre esperaron la llegada de Omar.
En 2016 una baldosa en su memoria
selló el recuerdo en la Escuela Técnica Nº 35 del barrio de Villa Devoto, en
donde estudió y creó la UES junto con Alberto, su gran amigo. En palabras de su
madre: “Ahora puedo tener un lugar donde ver su nombre para dejar una flor”.
Al poco tiempo, llegaron los restos
reconocidos gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense.
Había estado ingresado como NN en el cementerio de Avellaneda. Pero su madre no
logró cerrar aquella etapa. Cristina Rojas, militante incansable de Madres, dio
todo lo que podía para que la memoria de su querido Omar quede en el recuerdo
de la sociedad como uno de los 30 mil que dejó la vida tras el sueño de un
mundo más justo.
Aquel 11 de septiembre de 1977,
cuatro años después del golpe de Estado en su Chile natal, Cherif Omar Ainie
Rojas fue detenido camino a la cancha de Quilmes.
No sabemos qué habrá pensado aquel
día, aunque podemos imaginar su rabia por la fecha que tanto lo conmocionaba en
el dolor su pueblo. Y quizás también aquel día, podemos pensar una mueca de
felicidad por ir camino a ver al Fortín de sus amores.
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#Futbol #CoordinadoraDDHH
#30000Presentes
Gracias compañerxs por multiplicar! 💙
ResponderEliminarMuy buena historia no la conocia y q esperar de esa clase de individuos x q ni gente son ,lo unico q no entiendo algunos comentarios q tienen letras cambiadas ,pero bueno la nota esta barbara q es lo q importa
ResponderEliminarEra amigo mio y militabamod juntos Gracias por el homenaje
ResponderEliminarMuy bueno
ResponderEliminarPresente, ahora y siempre!✌🏼
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