Experimento fatal - Autora: Roxana Inés Arlia
Gustavo nunca estuvo conforme con su
vida. Siempre quejándose, siempre buscando algo más, siempre renegando, siempre
maldiciendo su suerte. Un chico rebelde que se transformó en un adolescente
abúlico y ahora devino en un adulto indolente.
Jamás se preocupó por estudiar una carrera
o procurarse un oficio. Vive de lo que le dejaron sus padres y trabaja en un
empleo estatal donde logró acomodarse gracias a los contactos de papá. Es el
típico “ñoqui”. Odia su trabajo, pero lo mantiene porque le sirve para pagar
todos sus vicios.
La mayoría de las noches termina
“volado” luego de haber probado una nueva mezcla. Los fines de semana,
descontrol total: fiestas, alcohol, drogas, mujeres, hombres... En un punto, ya
le da lo mismo cualquier cosa.
Alguien, viendo su lamentable estado, le había dejado unas monedas.
Se despertó con la boca reseca, la
cabeza a punto de estallar y un terrible dolor en todos sus huesos. Quiso
levantarse, pero el cuerpo no le respondía. Ya ni se acordaba lo que había
tomado. De repente sus piernas comenzaron a temblar, también sus brazos. Sentía
como si sus extremidades fueran a separarse de su cuerpo. En ese momento sintió
un ruido a metal: un cuchillo bañado en sangre cayó de su mano.
- “¡¿Qué hice?!” pensó.
Había entrado al boliche y al rato
alguien le ofreció ketamina. “Vas a alucinar, parece que el cuerpo se te
desarma. ¡Es una sensación copada!” recordó. Quiso experimentar, como siempre,
buscando algo más; algo que por fin le interesara. Después mezcló con vodka,
después con tequila, después con anfetaminas y después… ya no recuerda más.
¿Y ahora qué?… De pronto escuchó una sirena. “¡La
policía!”, pensó, “tengo que escapar”, pero no podía moverse. Empezó a sentirse
cada vez más débil. La vista se le nublaba. Apenas pudo distinguir un
patrullero y una ambulancia, allá a lo lejos.
- “Bueno,
tranqui. Ya fue. Tengo un buen abogado. No sé en qué quilombo estoy metido,
pero seguro algo podrá hacer”.
En sus oídos
retumbaron los pasos de los borceguíes negros que se acercaban.
-
“¡Mirá este pobre idiota! ¡Está tan pasado que se acuchilló a sí mismo y seguro
ni cuenta se dio! Traé la morguera que ya no hay más nada que hacer”. Fue lo
último que escuchó.
Él, que siempre
había querido experimentar cosas nuevas, experimentó su propio asesinato con
total desidia; como transcurrió toda su vida.
En Instagram: Roxana Inés Arlia (@roxanainesarlia)
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