De fogón, mate y otras yerbas. Hoy, “Aquí Radio Bangkok”. Por Mariana Weingast


Remontar…el barrilete en esta tempestad…Solo hará entender…Que ayer no es hoy…Que hoy es hoy…Y que no soy actor de lo que fui…” (Spaghetti del Rock, Divididos).
En la primera participación que hice en el Blog, hablé de evocar recuerdos de fogones que inviten a matear, y como no siempre hay un fueguito cerca, una de las cosas que más se parece a ese lugar convocante, salvando las distancias, es la radio, con mate cerca, obvio es. No siempre las noticias son buenas, los relatos interesantes, el interlocutor cercano a nuestra forma de ver las cosas, o la música bien elegida, eso no importa. La radio se me hace fiel compañera siempre.
Hoy en día, un teléfono celular, una computadora con internet, un auto, o los podcast (término que deriva de la unión de las palabras iPod y broadcasting, acuñado allá por 2004 por un periodista del diario inglés The Guardian cuando se le ocurrió lo barato que era producir un programa en línea aumentando la retroalimentación entre emisor y receptor,  accediendo a los contenidos a gusto del consumidor, a través de una plataforma digital) nos permite oír radio, o hacer algo que sea lo más parecido a eso. Ni hablar de las diferentes formas en la que se puede hacer radio desde hace algún tiempo, tema vasto, que excedería esta publicación.
Por eso me queda la sensación que la radio radio era otra, y a riesgo de parecer una nostálgica de los tiempos pasados, remonto emotivamente al momento en que fui descubriéndola. Y con lo primero que me encuentro es con esa locura lisérgica sin componente psicoactivo que fue “Aquí Radio Bangkok”,  que nació a fines de abril de 1987, con un equipo formado por Lalo Mir (como locutor conductor) Bobby Flores, Enrique (Quique) Prosen (los dos musicalizadores), y Carlos Masoch (artista plástico, y creativo del ciclo) más conocido para el programa como Douglas Vinci, o el Reverendo Douglas Vinci, con la operación técnica del Negro Minué y Guillo García. Y locutor oficial, la voz en off, era de Gabriel Salas, mítico locutor de Radio Concierto de Santiago y Viña del Mar en Chile durante los 70 y 80, pieza fundamental para la artística del programa.

Una semana más tarde, Flores y Vinci se sumaron al aire, desde los estudios de la vieja Rock & Pop, en el FM 106.3 Mhz del dial, donde, para arrancar a marcar una diferencia, la ausencia de las voces cuidadas estilo AM que nos entregaba este nuevo producto, comenzando a romperse el molde de lo que solía ser un programa de radio que se precie de tal, pasando a ser ese emblemático trío de disfuncionales conductores.

“Me parece que nació como una emulación a Radio Colonia, pero desde Tailandia, o sea la radio que nos contaba cómo era Buenos Aires desde el exterior” dijo Lalo Mir en alguna oportunidad, y ciertamente así lo fue. Si bien la base era el día a día, todo era visto desde Bangkok, tomando esa realidad con un nivel alto de absurdo y la ridiculez, que gracias a los efectos especiales, precarios y patéticos en la mayoría de los casos, te hacían sentir el caos, la distorsión e imprevisibilidad a flor de piel.


Un desfile de personajes extravagantes que salían al aire telefónicamente desde algún lugar remoto, horarios mentirosos, segmentos ininteligibles, falsos oyentes que supieron ganarse un lugar especial para el radioescucha, como Cacho de Castelar, partes meteorológicos incoherentes, todo con un toque de transgresión e ironía, que nos permitió profesar durante los dos años y medio que duró el programa, un nuevo credo, de la mano del reverendo Douglas Vinci, en sus inolvidables mensajes a sus fieles “Almejitas y Pescaditos”. Y conocer nueva música acorde al estilo de la emisora.

“Podés tener un micrófono de 20 pesos, un equipo de trasmisión de un kilowatt, pero si tenés algo que decir, podés mantener a toda una ciudad despierta. Ese es el valor de este medio” suele decir Lalo Mir. Y, sí. Fueron sumando oyentes y cobrando repercusión, hasta ocupar el status de programa “de culto” que sin dudas hoy ostenta para quienes pudimos ser testigos de ese quiebre de la seriedad habitual, y enamorarnos de la radio (y el rock) para siempre.
Con una cuota importante de surrealismo, destinado a los jóvenes, manejaban un código cómplice y complejo de entender para un público adulto más estructurado, porque, de pronto aparecía hablando un árabe, un tailandés o un francés, sin razón ni motivo aparente, sin explicar qué decían, lo que retroalimentaba el sonido y el clima especial de los programas.
Y si rascas un poco a través de los diarios y revistas de la época para saber un poco más de los orígenes de Radio Bangkok, descubrís que se trataba de simples grabaciones que Lalo Mir acostumbraba hacer cuando viajaba al exterior, ya sea desde programas de radio hasta ruidos de ambiente en la calle o bares, porque creía algún día le iban a servir, y que se ajustaba perfectamente a ese pandemonio auditivo, que fue uno de los fenómenos radiales más innovadores que tuvimos.
Tal vez suceda, como en muchos casos, que quienes no tuvieron la oportunidad de oir el programa en vivo, no puedan entender lo que siento, o lo que sienten quienes escucharon Radio Bangkok - como se solía llamar al programa - como esas anécdotas que contadas una y otra vez, solo le generen risa a quienes fueron parte de la misma. Tal vez no. Porque hicieron escuela y marcaron un antes y un después en la radiofonía argentina.
¿Imitados? seguramente. ¿Criticados? Claro que sí. ¿Igualados? nunca. Nacieron para ser salvajes, como el tema que eligieron para abrir el primer programa, como bandera de lo que se veía venir, de la banda Steppenwolf, lanzada en el año 1968, pero reversionada por The Cult, en su álbum Electric, del año 1987, con la que me despido hasta la próxima oportunidad en que vuelva a acercarme a éste fogón. 


Comentarios

  1. Cómo te gusta el rock! Fue uno de los hitos de la radio, medio hermoso si los hay!

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  2. ¡Qué buenas épocas! En los últimos meses de ese programa yo andaba por los veintiún añitos y paseaba perros por Congreso y San Cristóbal. Recuerdo que con una piba que también paseaba perros parábamos un par de horas en la placita de Jujuy y México a soltar a las fieras mientras nos tomábamos unos mates escuchando a esta banda de locos de la radio. Momentos de gloria. Después siguieron con un formato parecido en otros programas de los que ya ni recuerdo el nombre, pero de los cuales también no intentaba perderme nada. Gracias por el recuerdo. ¡Qué cosa linda, la radio!
    Pedro, de Paternal.

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    1. Debe leerse: "...también intentaba no perderme nada". Se complica teclear en estos celus desde la cama y tomando vino... 🍷🤣

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  3. Muy bueno !! Particularmente el hecho de narrar historias reales y también que sucedan situaciones de humor ,me seguirá atrapando como oyente de algunos programas radiales.

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  4. La radio tiene magia y a pesar de los años no la ha perdido. Grandes programas como el de Lalo no se olvidan, como tampoco el de otro grande como Hugo Guerrero Martineitz al que muchos de los actuales hacedores del medio deberían escuchar

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  5. Maravilloso! No lo escuché, pero sin dudas fue un antes y un después en la manera de hacer radio!.Excelente.

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  6. Gran programa! Rupturista desde el vamos! #Buenrecuerdo

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