Tras los muros, sordos ruidos - por Lic. Carolina Beresi

 

Muros fronterizos. Inmóviles. Unilateralmente levantados, separando la alteridad. 

La idea de amurallar ciudades o naciones no es nada nueva, históricamente recordamos muros famosos que van desde las murallas de Troya a la Muralla China o el Muro de Berlín.

Son barreras levantadas a lo largo de todo el mundo que no cesan de multiplicarse año a año. Hoy ya son cerca de 70 los muros fronterizos que existen en nuestro planeta, cuando en 1989 existían solamente once.

¿Qué significado tienen estos muros construidos a lo largo de todo el mundo? ¿Cuál es su papel y su objetivo? ¿Cómo afectan estos muros a las comunidades que quedan de uno y otro lado de las vallas?

 Vemos con desconcierto que durante los últimos treinta años la construcción de muros se convirtió en una de las grandes estrategias de la política internacional para separar y marcar jerarquías entre países vecinos.

 Los constructores proponen varios motivos para hacerlo que van desde su utilidad como barreras anti inmigración, anti drogas o anti contrabando, hasta sostener que buscan la pacificación civil, constituir una barrera antiterrorismo o disminuir conflictos territoriales entre las justificaciones más mencionadas.

Si miramos bien, se trata de una clara política segregación social entre pueblos vecinos. Los muros constituyen, en realidad, estructuras de control, de explotación y de humillación de aquellos que han quedado por fuera del muro.

Los muros fronterizos reflejan una manera de ver al mundo que se basa en el juego de opuestos que marca fuertemente cada contraste y va construyendo desigualdades simbólicas y materiales entre los pueblos separados. Es, por lo tanto, el ejercicio concreto del poder sustentado ideológicamente.

Las líneas rojas representan muros construidos o en proceso de construcción y las líneas verdes representan muros planeados. Los países representados por un gris oscuro son aquellos que son responsables de la construcción de los muros. (The Economist)

 Tengamos en cuenta que el “otro lado” (al que se quiere llegar) representa una construcción ideológica, comunicacional y cultural acerca de “nosotros” y los “otros”.  El otro lado del muro termina internalizándose como una ilusión y una esperanza tan grande como la construcción que separa las fronteras.

Me refiero a la construcción de un discurso donde cada país que levanta estas barreras se piensa y se relata a sí mismo como un país mejor que el país con el que quiere evitar contacto. El país que levanta murallas siempre se piensa (y muchas veces lo es) más rico, más desarrollado o más seguro que el país limítrofe.

Este discurso atrae a grandes masas de personas que intentan ingresar al país de su esperanza, traspasando fronteras y muros de la manera que sea. Son los migrantes o desplazados, que se ven forzados a huir de sus hogares para escapar de la pobreza, la violencia o la guerra, buscando un mejor lugar para vivir y poder progresar.

Son los excluidos del mundo buscando su ilusión después de haber escuchado innumerables alusiones a las bondades del mundo globalizado, la integración regional, la unión de los pueblos como la gran fortaleza de este siglo. Sin embargo, vemos (contrariamente a lo anunciado) como se han profundizado las debilidades de los pueblos más vulnerables, menos desarrollados y más explotados de la tierra.

Los procesos de polarización social y económica producidos globalmente en las últimas décadas incrementaron exponencialmente la desigualdad, la pobreza y la exclusión de grandes mayorías de la población mundial.

Caravana de migrantes hacia EEUU

Hablamos del hambre, de la falta de futuro, del miedo a perder la propia vida o la vida de alguien a quien queremos, de vivir con terror.

Si nos preguntamos ¿Qué relación guarda la globalización con las fronteras y las migraciones? quizás nos daríamos  cuenta que este proceso terminó empujando a quienes ya no tienen nada que perder, salvo la vida, a buscar la supervivencia más básica.

Quienes se deciden a iniciar esta travesía se exponen a un camino cargado de peligros para poder ingresar a la Unión Europea, a EEUU, a China, Rusia, o tantos otros lugares similares que representan su promesa de prosperidad.

Ya se cuentan en 82 millones los desplazados del mundo, con gran incidencia de migrantes indocumentados o clandestinos. Tristemente, también crece el número de niños sin acompañantes adultos que intentan traspasar las barreras, exponiéndose a los mismos peligros.

La globalización, al final, nos hizo chocar con una realidad muy clara: el triunfo global del capitalismo ha desencadenado la mayor ola de migración mundial y, a la vez, el mayor reforzamiento de fronteras de nuestra historia. Observamos (amplificado por la pandemia) un resurgimiento del proteccionismo y el refuerzo de las soberanías nacionales desde posturas conservadoras y xenófobas.

Esta asombrosa movilización ha generado tensiones regionales que no logran encontrar una solución razonable al problema, dando lugar a situaciones de graves crisis humanitarias.

Desplazados con los que se especula, convertidos en rehenes, que se utilizan políticamente, que se convierten en mercancías y se olvidan. Personas que intentan atravesar alguno de los muros que se han levantado buscando una vida un poco mejor para su familia, aunque deban morir en el intento.

Para muestra basta un botón: la Valla de Ceuta y Melilla (ciudades españolas fortificadas ubicadas en el extremo africano) pretende impedir la inmigración africana. Sin embargo, lo que se ha logrado es que, a estas alturas, hayan perdido la vida más de 20.000 personas intentando cruzar el Mar Mediterráneo.

Valla de Melilla

Otro muro muy conocido es el que divide EEUU de México. Se dice que atrae a migrantes mexicanos, pero buscan cruzarlo muchedumbres de toda América Central. Los migrantes, en este caso, se exponen a un sinfín de peligros que van desde la estafa hasta convertirse en víctimas de los cárteles de drogas, violencia sexual, secuestros, tráfico de personas, hasta la muerte.

Se han registrado más de 30.000 muertes de personas que intentaron alcanzar EEUU atravesando este muro, aunque yo sospecho que esa cifra está muy por debajo de las cifras reales.

Es cierto que el fenómeno de la migración es histórico, pero nosotros logramos profundizarlo pregonando la integración de los pueblos a costa de salarios de hambre, explotación, corrupción, violencia social avalada desde el poder, guerras inventadas, reducción drástica de los Estados y todo lo que esto trae aparejado.

 Cuando miramos la construcción de muros en todo el planeta deberíamos pensar seriamente en por qué tantos países terminan convirtiéndose en países expulsores.

Nuestro mundo hoy sigue siendo igual de desigual… y a lo mejor un poco peor, porque mira con total indiferencia estas realidades. La solución de estos problemas nunca serán los muros.

Clandestino - Manu chao


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