Regresé en un instante - por Faustino Bertoldi






Hola ! ¿ Cómo estás ? Está feo hace varios días, viste ? 
Pleno invierno y con temperaturas altas.
Anunciaban lluvia, pero no llegaba nunca. 
"...Se va corriendo de fecha..." dicen los todólogos por la radio.

Sass Jordan - Have you ever seen the rain



Poné el video que está acá arriba en la publicación... Dale PLAY a la rubia... 
Será más amena la charla con música de fondo.
Así también se te hace menos pesado "escucharme".
Dale... Dejate de joder, pará un ratito... Te cuento algo y seguís... 
Sé que estás apurado/a, aunque estemos en pandemia y encerrados/as.

Te decía que está feo, en general.
Ahora se nubló todo de golpe, sopla viento y llueve fuerte.
No está bien esto... Hemos cambiado, como humanidad dominante, las condiciones climáticas en todo el Planeta. Una cagada todo eso...

Pero te cuento...
Recién nomás, antes de entrar en casa y sentarme a escribir frente a la pc, 
el clima estaba feo, pero no llovía.
Luego y ya trabajando, después de unos minutos ocurrió la única magia que produce un techo de chapas; se empezaron a escuchar algunas gotas pegando en él... espaciadas, suaves.
Señal inequívoca. Se largó nomás.

Así que dejé la silla y salí corriendo apurado. 
Atravesé el living para poder llegar afuera y ver si había cosas a resguardar de la lluvia.
Instinto generado en la infancia, después de contínuas y monótonas órdenes y enseñanzas paternas y maternas que entre otras decían que al llover había que revisar si había ropa colgada en la terraza, juntar los broches de madera en la bolsa de tela o en el canasto o buscar cosas en el patio que se arruinen con el agua.

Y como siempre, me siguieron los perros, preocupados seguramente de porqué corría, sin entenderme, pero atrás, firmes...

Desde el borde de la galería ví el cielo oscuro, los árboles movidos por el viento, algunos pasos que se veían apurados en la calle, cantos de diferentes pájaros anunciando la lluvia. Contándonos que llueve, tal vez quejándose de que no podrán volar y salir a conseguir el sustento o poder terminar el nido.




El tema es que al levantarme de la silla y dejar lo que hacía para poder salir, 
me empezó a subir algo desde el centro del estómago hacia el pecho.
Una sensación extraña. 
De algo guardado muy adentro y que no pide permiso.
Algo que estuvo siempre o que regresa sin preguntar.

Y fue así que salió nomás el grito.
Un grito fuerte, muy fuerte. 
De un hombre adulto con voz gruesa y acostumbrado a gritar en las manifestaciones y en la cancha. De gritarle a la vida y a la muerte.

Grito que acompañé con las manos al costado de la boca, haciendo pantalla para que el grito llegue más lejos y se escuche más...
Fue una frase que retumbó en el aire y la tormenta.

Y como en una película, simultáneamente muchas imágenes de rostros y paisajes aparecieron de golpe, mientras el grito iba saliendo...

Luego me sonreí apenas un breve momento y al volver a la realidad, escuchando soplar al viento fuerte, seguí con lo que debía hacer mientras algo parecido a la pena se me acumulaba en la garganta.

Así que me fui a encender el compresor para cargar el tanque con agua. 
Por si se corta "la luz".
El conurbano tiene sus "tips".

Miré rápidamente en rededor, buscando qué guardar.
Y los perros que se quedaron mirándome torciendo sus cabezas, tratando de encontrar en el fondo, el porqué salí corriendo y grité de esa manera.

La casa de mi infancia, queda en un barrio de laburantes del conurbano.
Que mi viejo con sus propias manos construyó a inicios de los '60.
En ese entonces eran muy pocos en el barrio y los vecinos se fueron conociendo mientras se instalaban.
Con el tiempo vinimos los hijos y el barrio se hizo más bullicioso.




Las calles eran y aún hoy son de tierra, con un asfalto a una cuadra de casa, que unía rutas de mediana importancia.
Por lo que el tráfico, no necesitaba pasar por la puerta de mi casa.

Y para dejarlo claro, la calle del frente de casa no sólo era de tierra, si no que tenía un pasto muy verde que nos permitía jugar a la pelota.
Y bien en frente, cruzando, había una quinta enorme que me separaba del mundo civilizado.
Así que frente a mi casa tuve una verdadera "plaza privada" y alrededor, enormes terrenos baldíos que eran nuestros mundos de fantasía, en donde los pastos y los cardos eran tan grandes que estando de pie, nos tapaban.

Con todo eso, los pibes éramos felices. 
Hijos de trabajadores/as, que andábamos casi todo el santo día en la calle. 
Lo que me permitió conocer a una gran cantidad de amigos.
Con quienes establecimos "códigos comunes". De esos que duran toda una vida...

Éramos irreverentes, tremendos, salvajes, pero sin maldades rebuscadas.
Teníamos respeto por nuestros mayores. Y entrábamos y salíamos de casi todas las casas.

Como te dije recién, frente a casa sólo había una quinta.
A la derecha de mi hogar la casa de Doña Eva y Don Mario, a quien le hacía los mandados por una propina, madre de dos nenas.
Amigas posteriormente, pero no aún, a los efectos de lo que te cuento.
A la izquierda, pegada a la mía, una maravillosa y fantástica casa abandonada, que daba a la esquina y cuyo terreno pegaba la vuelta. Cerrado por un gran alambrado. Al que rápidamente domé y en el cual destejí entradas secretas...

Por lo que las casas de mis amigos de la infancia, tremendos sabandijas, quedaban entonces a la vuelta de casa, sobre la misma manzana. Y ya en la otra cuadra.
A la izquierda y a unos cien metros, para un lado y otro de la calle estaba la casa de Alberto, José Luis, Huguito, Walter, Jorge, Daniel, "Miguelín", Oscar, "Popi"...

Con ellos nos reíamos de todo el Universo. Jugábamos mucho a la pelota, a las escondidas, a las bolitas, a la mancha, guerras con Ortigas, inventábamos juegos y nos gritábamos mucho, no peleándonos. 
Nos gritábamos desde una cuadra a la otra. 
Sabiendo que molestábamos puntualmente a una vecina muy desagradable. Nariz parada, "culo con rosca", que vivía junto a nosotros y pretendía ser superior...

Las mismas molestias, pero a otros vecinos, eran daños colaterales.




Así que al volver cada uno a su casa, ya sea para el colegio o porque era tarde, sólo era cuestión de que alguno de nosotros doblara en una esquina y la figura desaparezca de nuestra vista, para que el otro le gritara algo. 
Aunque recién hubiésemos estado juntos...
Nos preguntábamos cómo andábamos, qué estábamos haciendo. 
Sabiendo que hacía 30 segundos estuvimos juntos.

Y otras veces, ya muy puntualmente, nos gritábamos cuando comenzaba a llover.

Como te conté, éramos mas bien "chúcaros", "mal llevados", y con esto de gritar intentábamos con alguna grosería molestar particularmente a una vecina.

Además teniendo 10 o 12 años nos gustaba usar "malas palabras", usando el doble sentido o con algún pequeño engaño.
Por lo que, parte de nuestros gritos de una cuadra a la otra, también y a veces, incluían algunas groserías disfrazadas, que espantaban a ella y a alguna otra vecina pacata.

Así que entonces, algo infaltable era avisarnos que llovía, que comenzaba a llover.

Por lo tanto, era necesario estar en la calle. No en el patio o la pieza. En la calle. Aunque no nos veamos. Al aire libre para que nuestros gritos se escuchen bien fuerte en el vecindario.

Y para eso, al ver o escuchar las primeras gotas, yo dejaba lo que estuviera haciendo, corría, salía apurado y ellos, Jorge o Alberto por su lado, 
hacia la calle y mirando a sus casas, rodeando mi boca con ambas manos 
para que extendiera más el grito, con cierta "picarezca" gritabamos: 

-" ¡¡¡ Ya se largó ya, se largo ya !!!"- 

tan solo para recibir como respuesta... 

-"¡¡¡ Con chaparrones, con chaparrones !!!".

Luego nos reíamos a carcajadas y algo mojados, entrábamos a seguir con nuestra rutina...

Eso era nomás lo que quería contarte...

Y que tal vez por el encierro, la pandemia, al ver o saber de La Parca rondando entre nosotros, de recordar en milésimas de segundos nombres y lugares, caras que ya no están, después de gritar, te juro que escuché en el viento la respuesta de Alberto...

Isa Zwart - Have you ever seen the rain










Comentarios

  1. Me encanto..
    Bello relato.
    Soy de irme mucho a aquellos tiempos en los que la felicidad era un estado permanente.
    Gracias por haberme llevado a las calles de mi infancia.

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    1. Gracias Osvaldo... Será tal vez, porque éramos invencibles, inmortales, súper héroes y no lo sabíamos. Porque teníamos todo por delante, incluso lo imposible. Porque los límites casi no existían, o eran sólo los que nos ponían los padres... Porque la palabra era preciosa. Y porque aún, nadie nos había fallado, o no le habíamos fallado a nadie. Saludos afectuosos en Pandemia...

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