Los comienzos de Divididos y la historia del recital con destino de calabozo - Por Cherco Smietniansky

Nunca fui de frecuentar cementerios, ni aunque sobraran los motivos. Sin embargo aquel 22 de diciembre de 1988 fuimos al de Avellaneda con Néstor y el Gallego a tomarnos una ginebra frente a la tumba de Luca.

Si buscábamos algo, no lo encontramos. Y si ese algo era música, elegimos el lugar equivocado.

La muerte de Luca y por ende el fin de SUMO, habían sido una trompada en la cara de mi adolescencia y lo que sobrevino fue un lapso sin noticias sobre el resto de los músicos.

Aún faltaba tiempo para que el tridente Daffunchio, Sokol, Troglio salieran al ruedo con Las Pelotas y para que Petinatto de rienda suelta a una carrera televisiva que lo consagraría definitivamente como el ídolo de mi tía Clotilde. Faltaba mucho para todo eso  cuando supimos que Mollo y Arnedo habían armado un nuevo proyecto que llevaba por  nombre DIVIDIDOS.


El tercer integrante de la flamante formación era el batero Gustavo Collado, que tenía como antecedente haber formado parte de  La Sobrecarga una banda new dark en la que también tocaba el violero de Todos Tus Muertos, Horacio Gamexane. La Sobrecarga tuvo su momento de gloria un 17 de marzo de 1987 cuando telonearon  a The Cure en cancha de Ferro, en lo que fue sin duda el recital más caótico y violento al que asistí en toda mi vida. Fue un recital no apto para cardíacos ni para adherentes a la Sociedad Protectora de Animales, ya que  los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y  el público dejaron como saldo varios perros policía muertos.

Los DIVIDIDOS se lanzaron con un recital en Cemento con muy buena concurrencia y de ahí en adelante siguió un largo período de convocatorias escasas.

En esos primeros tiempos, no les daba para vivir solo de la música.  Mollo se había puesto una casa de venta de instrumentos musicales junto al Piojo Avalos (baterista de Los Redonditos de Ricota) en las cercanías de la plaza de Ramos Mejía. El local era atendido por sus propios dueños y alguna vez ingresé a consultar precios tan solo para poder conversar un rato con ambos.

Fue en esos comienzos cuando se anunció una presentación de DIVIDIDOS en Temperley, más precisamente en "La Carpintería" que era un pub que quedaba en una esquina de la Av. Meeks, justo en frente de un boliche llamado “La Fábrica”.

Si les llama la atención los nombres de los lugares, se las hago simple: eran tiempos del alfonsinismo y el Plan Austral, una suma de factores que matemáticamente darían como resultado la hiperinflación. Muchas industrias cerraban y se reconvertían en cualquier cosa, en los casos en cuestión quizás por un exceso de originalidad o  de falta de imaginación se les puso el nombre del rubro anterior a ambos lugares.

Eran tiempos además, donde algunos boliches publicitaban a DIVIDIDOS con el nombre de la banda y debajo entre paréntesis decía "ex Sumo",  algo que a ellos les molestaba mucho.

“La Carpinteria” era un lugar chico; tengan en cuenta que SUMO -que no llegó a ser una banda masiva-, cuando venía a la zona sur tocaba en el “Country “de Banfield o en “Le Paradis” de Temperley, ambos de dimensiones considerablemente mucho mayores al pub en cuestión, que como les cuento, era de una pequeñez casi inimaginable para los parámetros que posteriormente manejaría la banda. Me atrevo a afirmar que la altura del escenario tenía las medidas de una regla escolar.

Fui al show junto a Néstor y Vale. Estábamos tan ansiosos que llegamos bien temprano y en este punto es bueno aclarar que por bien temprano se entendía pasadas las 12 de la noche, ya que ningún recital arrancaba antes de las 3 AM. El lugar lógicamente estaba semi vacío y se suponía que la gente iría  llegando con el transcurso del tiempo. Pero eso nunca pasó.

La noche avanzaba y la cantidad de público no crecía. Para amenizar la espera se había formado una ronda donde tomábamos cerveza y charlábamos con Mollo, hasta que nos dimos cuenta que la espera se había hecho demasiado larga. No escuché lo que hablaron entre los 3 músicos, aunque intuyo que  se habrán convencido mutuamente de que “ya no importa lo que importa” para decidir finalmente arrancar el recital  frente a ese reducido puñado de asistentes.

La banda tocaba y costaba mantenerse en pie, un poco debido a ese increíble torbellino musical y otro poco también al pogo, claro está.  Ya hacían todo los méritos para ganarse el apodo por el que después serían conocidos: "La Aplanadora del Rock N' Roll".


Desde lo musical recuerdo que fue una noche perfecta y ese adjetivo calificativo quizás este fundado más en las virtudes de mi nostalgia que en los del sonidista. Fuimos escuchando las nuevas composiciones del power trío y les puedo asegurar que se presentía que muchos de esos temas estaban destinados a perdurar en el tiempo.

También tocaron  algún otro que quedaría en el olvido,  como "No mates por dinero"; no faltaron los covers de Hendrix y The Doors que incluía a Mollo lanzando fuego sobre el escenario a base de un encendedor y un aerosol. Para el final, reservaron la seguidilla de temas de SUMO, incluido uno muy sencillo que nunca llegaron a grabar con Luca y que posteriormente sería  incluido en ambos lados de su primer disco, me refiero a "Camarón Bombay".


Cuando el show terminó estábamos exhaustos y felices. No habíamos visto a SUMO,  eso estaba claro, pero los DIVIDIDOS tenían su propia impronta y nos había encantado.

Salimos de "La Carpinteria" cuando el sol ya iluminaba las calles desérticas de Temperley Oeste. Fuimos caminando hasta la casa de Vale charlando de lo bueno que había estado  y  maldiciendo lo injusto de la exigua concurrencia.

Pero resulta que la cosa no había sido tan así. Pablo Castelo, un amigo y compañero de curso al que apodábamos "Colimba", me contó la verdad de los hechos el lunes por la noche cuando fui al colegio. 

Así supe que aquel sábado, en la esquina de "La Carpinteria",  se había juntado un grupo grande de gente. Que estaban tomando cerveza y haciendo tiempo para entrar cuando desde lo profundo de la noche comenzaron a emerger luces de colores que giraban al ritmo de licuadoras y cantos de sirena. Eran los pitufos de patas negras, también denominados vulgarmente como Policía Bonaerense.

La yuta desató  una verdadera cacería, subiendo a decenas de jóvenes a un colectivo que los trasladó - sin cobrarles boleto-  hasta la taquería, para darles gentil alojamiento en sus confortables calabozos cinco estrellas con hermosa vista a las letrinas.

Me llené de bronca de solo imaginar a la gente “bailando” en ese infierno. Pero no me sorprendí,  ya que se trataba de una práctica muy común. Esa práctica represiva se llama "RAZZIA"  y les puedo asegurar que es una palabra muy motivadora.

A mí me motivó a ingresar  a CORREPI, la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional y a la banda punk uruguaya Guerrilla Urbana a componer un tremendo tema que nadie debería dejar de escuchar, así que les invito a hacer click en el enlace con el que cierro esta crónica.

https://www.youtube.com/watch?v=Crlm10qdjEk 



Comentarios

  1. Muy buena nota. Siempre es bueno leer historias de esas épocas, hay poco archivo. Saludos.

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