Su pequeña gran historia - Por Roxana Inés Arlia

      

     Me parece estar viéndolo ahora…

    Sentado sólo en un rincón, los ojos fijos en el mar. Hace varios días que soporta ese incesante vaivén, y parece que aún le queda un largo recorrido. Está un poco pálido, ojeroso; y ese continuo balanceo lo marea todavía más.

    ¡Qué lejos quedó Italia!, ¿por qué su padre habrá decidido viajar a América? ¿qué encontrarían en Argentina?

   Lo único que Nicola sabía, era que iban a trabajar en la construcción. El primer destino aparentemente sería Rosario, después decidirían.

    La mamma[1] y Salvatore quedaron allá en Belmonte. No había lugar para todos en el barco. Además, il babbo[2] dijo que era mejor tener primero la casa y después mandarlos llamar. 

    El calor en el barco era agobiante. Con tanta gente en ese lugar, parecía difícil encontrar un poco de aire. Se escuchaban bebés llorando y chicos riendo. Los hombres conversaban. Las mujeres rezaban. Las más jóvenes, lo hacían con entusiasmo. De tanto en tanto, cuando espiaban el mar por la pequeña ventanita, se les escapaba un suspiro. De boca de las más ancianas, sólo se oía un susurro entrecortado por el llanto. Las manos callosas, apretando fuerte el rosario contra el pecho.

    Poco a poco, las sombras se apoderaron del lugar, y la escena se volvió aún más lúgubre… Por lo menos, los bebés ya no lloraban. Pero tampoco se escuchaban las risas de los chicos. Silencio, sopor, soledad…

    De repente, un hilito de luz se filtró entre tanta oscuridad. Nicola se asomó para ver la luna reflejada en el mar. El contraste allá afuera era igual al que se vivía ahí dentro. En el medio de la oscuridad del mar, surgía una media luna enorme como una sonrisa gigante. Y, en el azul profundo de la noche, montones de estrellas brillaban alegres y despreocupadas.

    -       Nico, cosa fai li? Dormiti[3]!”

    Y Nicola volvió despacito a su rincón. Apoyó la cabeza sobre su valija de madera (igualita a la que hace poco vi en el “Museo de los Inmigrantes”) y se durmió profundamente.

    Pasó un día, y otro, y otro, y otro… De repente una mañana, el ambiente pareció cambiar… Ya no se veían “caras largas”. Había un revuelo general en todo el barco. La gente iba y venía juntando su escaso equipaje…

 “América, siamo arrivati[4]!gritó Giuseppe[5], el más entusiasta del grupo. “Bravo, benissimo[6]!” fue la respuesta general.

    Todos se apuraban para bajar. Apretujones, codazos, empujones… Apenas unos pasos más y bajaban. ¡Ya está! ¡al fin tierra firme! ¿y ahora qué?...


    Nicola sintió la mano firme de su padre que lo tomó del brazo para que no se perdiera entre esa marea humana. Así, un poco apretados, entraron en aquel enorme edificio: “El Hotel de los Inmigrantes”, según decían. Allí estuvieron unos días hasta viajar a Rosario.

    Lejos quedaron los amigos, la diversión… Ahora había que trabajar, trabajar mucho para traer al resto de la familia.

    Los años pasaron, y de a poco se fueron acostumbrando a este país… Adoptaron sus costumbres, su idioma. Il babbo formó una pequeña empresa familiar, y juntos cumplieron el sueño de construir su propia casa y la de muchos más. La familia ya estaba toda instalada en Argentina. Más precisamente, en Bernal. 

    Nicola fue el primero en casarse, y se quedó a vivir allí en la “casita de los viejos” como decía el tango. Salvatore se fue para “la capital”; pero cada domingo llegaba puntualmente a las doce, con su esposa e hijas, para almorzar todos juntos. Eran infaltables las ravioladas de la nonna[7]

  La casa se llenaba de nietos que corrían de un lado a otro. De fondo, es escuchaba una tarantella[8] o el partido del domingo, en el radio-grabador del nonno[9], mientras la nonna iba y venía del patio a la cocina. El aroma a tuco, rápidamente, invadía todo el lugar. Señal que la pasta estaba pronta[10].

    ¡Qué lindo era verlos reunidos a todos en esa mesa larga! A Nicola le encantaban las reuniones grandes. Muchas veces, se ofrecía para preparar él un asadito. Un tipo alegre, jovial, siempre dispuesto a divertirse. ¡Todavía me acuerdo las tardes que me llevaba a la calesita y subía conmigo!

    Así transcurrió la vida de Nicola como inmigrante en la Argentina…

    Apenas pudo, viajó con su mujer a Italia. Daba gusto escucharlo contar anécdotas y mostrar las fotos de su pueblo. Volvió rejuvenecido. ¡Si hasta había recuperado su acento italiano!

    Siempre con una amplia sonrisa que parecía alargar sus bigotes. Así lo recuerdo, así lo recordaré siempre.

    Me niego a pensar que todo terminó en las cenizas que vi ese domingo en el cementerio. Puede que ahora vuelvas a ese mar que hace muchos años mirabas con tristeza, pero tu recuerdo siempre permanecerá conmigo. Para algunos será sólo la historia de un inmigrante más en la Argentina… 

  Para mí, es una historia muy importante. Esta historia, tu historia, te la dedico con todo mi amor. ¡¡Te quiero, tío!!


Instagram  @roxanainesarlia 

[1]  Mamma: mamá, en italiano

[2]  Il babbo: el padre, en italiano

[3] Nico, cosa fai li? Dormiti: Nico, ¿qué hacés ahí? ¡Dormite! (traducción del italiano)

[4] América, siamo arrivati: América, llegamos (traducción del italiano)

[5] Giuseppe: José  (traducción del italiano)

[6] Bravo, benissimo: Bravo, buenísimo (traducción del italiano)

[7] la nonna: la abuela, en italiano

[8] tarantela: género musical típico italiano

[9] nonno: abuelo

[10] pronta: lista (traducción del italiano)


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