La historia de Halley y el recital del que todos hablan pero nadie fue - Por Cherco Smietniansky
Cuando
era joven estaba convencido que lo mejor que tenía Estados Unidos quedaba al
1200. Por eso durante añares hice de Cemento mi segundo hogar.
Sin
embargo, de vez en cuando frecuentaba Halley. Lo hacía fundamentalmente para
compartir la noche con una querida amiga y quizás también para honrar aquel preconcepto que decía:
"más vale heavy conocida, que cheta por conocer".
Halley
se había mudado y refundado sobre las cenizas del mítico Cine Cosmos,
probablemente el único cine en el mundo
dedicado exclusivamente a proyectar películas soviéticas.
Un
poco el capricho del destino y otro poco la lógica racionalista convirtieron al
Cosmos en el lugar indicado para albergar al boliche con nombre de cometa. Así
las cosas y seguramente por esas mismas dos razones, a nadie le extrañó que de
las entrañas del Acorazado Potemkin surja el nuevo templo del metal.
Debo
reconocer que en Halley el concepto del metal era amplio, muy amplio, quizás
demasiado amplio, tan amplio que llegaba a abarcar desde Bon Jovi hasta
Megadeth.
Si
Cemento tenía toda la impronta lúgubre de ser el lugar más sucio y desprolijo
del universo, Halley en cambio, surcaba
ese universo con un glamur particular, donde se mezclaban caras de gestualidad
ruda con otras de grandilocuentes peinados trabajados a fuerza de manzanilla y
mucho spray.
Sin
embargo, de toda la fauna del lugar, quienes más llamaban mi atención eran los
seguidores de KISS, que asistían a la cita, maquillados cual Paul Stanley, con
estrella en el ojo y todo. Yo los contemplaba atónito sin poder dar crédito a
lo que estaban viendo mis castigados ojos.
Es
que Halley conceptualmente tenía la cabeza mucho más abierta de lo que la tenía
yo entonces (y quién sabe si de la que la tengo ahora también).
Es
así que cada tanto sobre su escenario
solían tocar bandas que no reportaban al target del heavy metal.
En
ese lugar vi a Los Redonditos de Ricota en tiempos de “Un baión para el ojo
idiota” y a una incipiente Bersuit Vergarabat que aún no había editado su
primer disco, pero ya contaba con la participación especial de Enrique Symns e
incluía en su repertorio un tema bastante patético dedicado al Indio Solari que
se llamaba “Cacho” y que por suerte o misericordia divina nunca llegaron a
grabar.
Pero
hay una anécdota que sobrevuela la historia de Halley y en parte se emparenta
con la leyenda futbolera del gol de Grillo a los ingleses, esa joya que mucha
gente dijo haber visto en el propio estadio, pero que si se sumara a todos
quienes aseguran haber estado ese día, no habría forma que quepan en las
tribunas.
En
Halley ocurrió algo parecido. Corría el año 92 y parecían tiempos de gloria
para el viejo y querido punk rock. Los Ramones se aburrían de llenar Obras
Sanitarias y la prensa hablaba del inminente arribo de Johnny Lydon, el ex
cantante de los Sex Pistols (más
conocido como Johnny Rotten, para les amigues), al frente de PIL. En ese
contexto, Halley anuncia la presentación de otro legendario integrante de los
Sex Pistols, su guitarrista, Steve Jones.
La
noche del show llegué casi sobre la hora de inicio, y me llamó la atención que
al comprar la entrada me dieran el ticket número 35. Al ingresar al boliche
noté que el mismo estaba casi desierto.
Todos
Tus Muertos hicieron de teloneros. Fidel Nadal (me atrevería a asegurar que no
se trata de la misma persona que años después compuso el hit “Internacional
Love”), pidió disculpas por tener que cantar parado y casi sin moverse. Explicó
que la noche anterior producto de una borrachera se había caído de una altura
lo suficientemente considerable como para que le duela hasta el último hueso.
Efectivamente, hasta ese instante todo era patético.
Pero
la cosa cambió cuando subió Jones y su banda Fantasy 7. El recital fue
increíble, una verdadera exhibición de punk rock, derrochando un estilo muy
personal para tocar la viola. Los temas de los Pistols fueron sucediéndose uno
tras otro y se mechaban con sus nuevas
composiciones que no tenían nada que envidiarles. Un recital inolvidable que
transcurrió ante no más de 100 personas.
Entre
el escaso público se encontraban entre
otros Pappo, Juanse, de Ratones Paranoicos, Pil y Stuka de Violadores. Aún recuerdo al Carpo exclamando con su voz
gutural: "¡¡¡¡Pero como toca este tipo !!!!!!".
Evidentemente
los comentarios de esos músicos, más las notas publicadas por varios periodistas
especializados, hicieron que la historia de lo que pasó esa noche comenzara a
agigantarse hasta transformarse en leyenda.
El
agregado de que Steve Jones se quedó en Buenos Aires una semana parando en la
casa de Juanse y cometiendo todo tipo de excesos, ayudaron a alimentar el mito.
Por
eso se dice que el recital de Steve Jones en Halley fue al rock lo que el gol
de Grillo al fútbol.
Pero
no sé porque razón tendrían que creerme, si les estoy contando la historia del
recital del que todos hablan pero nadie fue.
Dicen
que cuando le dijeron a Steve Jones la cantidad de gente que había antes de
comenzar, exclamó “Thats Enough” como el tema con el que cierro este recuerdo.
No tengo palabras para describir lo que me provoca este relato tan de época. Gracias por tanto.
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