Una jornada sangrienta - Por Sergio M.

(En este espacio rescataremos hechos y personajes de nuestro deporte, injustamente olvidados y relacionaremos sus historias con algunas elecciones musicales -bastante eclécticas por cierto- que ilustren las narraciones)


“Para reir y llorar, Las cronicas del domingo. Victoria heroica de Víctor, Pero mataron a Ringo” (Las Pastillas del Abuelo, “Crónicas del domingo”).

Aquel sábado 22 de mayo de 1976 fue un día de gloria y luto para el boxeo argentino, entrelazando geografías tan disímiles como nuestro país, con Reno, Nevada y Johanesburgo, Sudáfrica.
Argentina amaneció ese día con la triste noticia de la muerte de Oscar Natalio Bonavena, simplemente “Ringo” para los que andamos por los cincuenta.  Tenía 33 años cuando un tiro lo mató en la puerta de un prostíbulo, en Reno. Ocurrió frente al "Mustang Ranch", el cabaret de Joe Conforte, quien había sido durante un período su manager. Vale aclarar que Ringo vivía en una casa rodante muy cerca de allí y, por tal  motivo, pasaba gran parte de sus días en el lugar compartiendo mucho tiempo con Sally, la esposa de Conforte.
Ringo y Sally se llevaron bien desde el día en que se conocieron y se hicieron muy amigos -demasiado según el boca a boca de la ciudad-, y eso disparó todo tipo de rumores y la ira del marido mafioso. Porque, digámoslo: toda esta historia transcurre en un ambiente turbio que el protagonista de nuestro relato,  que a nada temía, no pudo ver o no supo sopesar.
Es que Ringo, de verdad, fue un guapo de su barrio, Parque Patricios.  Se lo consideró muchas veces un niño grande, por su calidez y buen humor. Ocurrente, simpático, carismático.  Sin embargo era visto por muchos como un fanfarrón; pero lo cierto, es que detrás de la arrogancia y las bravuconadas que le eran habituales, se escondía un tipo sensible, con mucho apego a su familia y al barrio, del que nunca se pudo despegar, ni quiso.
Hincha de Huracán a muerte, una estatua lo recuerda no solo en pleno Parque de los Patricios, frente a la sede de su amado club, sino también lo tiene sentado como espectador, en una de las  plateas  del estadio Tomás. A Ducó, cuya tribuna popular local, además,  lleva su nombre.
Su carrera como boxeador la inició en 1958 en el club de sus amores, como no podía ser de otra manera,  y en su trayectoria tuvo un record de 58 triunfos, 44 por KO, nueve derrotas y un empate. Por ejemplo, en 1965 fue campeón argentino, al derrotar a "Goyo" Peralta en el Luna Park, frente a más de 25.000 espectadores y el 10 de diciembre de 1968, tuvo una chance por el título mundial en Nueva York ante Joe Frazer, con quien perdió por puntos en 15 asaltos.
Pero, como suele suceder para los deportistas, existió para Ringo una pelea que lo marcó y que lo instaló definitivamente entre los ídolos de multitudes. Ese combate fue nada más y nada menos que contra Muhammad Alí, rival que lo superaba en mucho, pero al que Bonavena estuvo a punto de noquear en dos oportunidades a base de bravura y fortaleza. La contienda, celebrada el 7 de diciembre de 1970 en el Madison Square Garden de Nueva York, llegó al 15° round en el que, a segundos del final, Alí le ganó por knock out.

Muy pronto se comenzó a barajar la posibilidad de la revancha contra Ali y luego de todo el amor que recibió de su público en nuestro país, vuelve a Estados Unidos, donde comienza su relación con los Conforte y el principio del fin, no solo de su carrera sino de su vida.
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Ya por la tarde argentina, de ese mismo 22 de mayo, Víctor Emilio Galíndez, en una inolvidable pelea, venció a su retador, el norteamericano Richie Kates, en Johanesburgo, cuando faltaba un segundo para la finalización del último round, a pesar de haber estado prácticamente a ciegas durante gran parte de la histórica lucha, que entró directamente en la leyenda del boxeo mundial.
Se trató de una de las peleas más sangrientas de las que se tenga memoria. El “Negro” Galíndez, en los primeros rounds, y producto de un cabezazo de su oponente,  había sufrido un corte del que manaba abundante sangre. A partir de allí, el estadounidense se mostró superior, obteniendo claras ventajas en las tarjetas de los especialistas.  
La pelea estuvo varias veces al borde de la suspensión por la herida del púgil argentino, lo que habría determinado su derrota. La sangre de la ceja de Galíndez manchaba la camisa del árbitro sudafricano ya que era usada como paño para limpiarse por parte del oriundo de Vedia, que se refregaba la cara sobre ella en cada oportunidad en que había una pequeña tregua (de hecho, hoy esa camisa es parte de un museo especializado en boxeo en Sudáfrica).  Se cuenta que en uno de los descansos entre rounds,  Tito Lectoure (el mítico dueño del Luna Park y por entonces manager de Galíndez) le dijo al médico que el árbitro autorizaba a seguir la lucha, a la vez que convencía a este último de que el médico era el que daba el visto bueno para la continuación mientras utilizaba un producto cicatrizante en cantidades casi industriales.

Lo cierto es que luego de esta acción de Lectoure el combate continuó y cambió. Galíndez fue hacia adelante como un gladiador herido. Y en el último asalto, ocurrió lo que pocos esperaban, un gancho de zurda, “una mano fantasma que salió de la nada”, al decir del mismo Kates, lo puso knock out, como ya se señaló, cuando sólo quedaba un segundo para la culminación de la pelea.
Al llegar al vestuario, Galíndez fue anoticiado de lo que le habían ocultado todo el día. Su gran amigo e ídolo, Ringo Bonavena, había sido asesinado. Allí, el campeón rompió en llanto desconsolado, luego de aguantar estoicamente y sin emitir una queja que le aplicaran siete puntos de sutura sobre la herida.
Ringo fue finalmente sepultado el 30 de mayo. El velorio fue en el Luna Park, lugar por el que desfilaron 150.000 personas, entre las que estaba el Negro, Víctor Emilio Galíndez, dando su último adiós al personaje entrañable que fue Ringo Bonavena.
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Para terminar musicalmente estas líneas e ilustrar un poco lo que fue aquel sábado sangriento, quizás no haya nada más oportuno que Black Sabbath con “Sabath, bloody sabath”.

Y qué dedicarle a Ringo? Difícil tarea si las hay. Es que fue tan popular entre nosotros que, en el apogeo de su fama llegó a grabar un disco (recomiendo no escucharlo, con perdón del ídolo), participar en tres películas (en una de las cuales se interpretaba a sí mismo) y a aparecer como personaje en la historieta Locuras de Isidoro en la que eran célebres los ravioles de su mamá, Doña Dominga.
Fue objeto de innumerables homenajes y se han hecho series y películas con su biografía (recomendamos el documental Soy Ringo, estrenado en 2015). Desde la música, merecen citarse varios casos. En principio,  Las Pastillas del Abuelo compuso y grabó un disco dedicado a él, titulado “El barrio en sus puños” al que pertenece el tema “Crónicas del domingo” con una de cuyas estrofas comenzamos estás líneas. Asimismo, Massacre editó un disco en su recuerdo, al que llamó simplemente “Ringo”; y Almafuerte  le tributa su tema “Aguante Bonavena”.
Pero nosotros hoy vamos a hacer una elección simple y sencilla en obsequio a un tipo simple y sencillo. Vamos con “Yo soy de Parque Patricios”, un tango en la voz de Ángel Vargas, con la orquesta típica de Ángel D´Agostino ilustrado con imágenes que representan un montón de guiños quemeros, que al propio homenajeado le hubieran gustado.  




Comentarios

  1. De Ringo puedo contar algunas historias, unas publicables y otras no, estas últimas en algún momento se las comentaré personalmente al autor de esta nota. Voy por una que me contó un amigo que al igual que Bonavena fue representante argentino en los juegos Panamericanos realizados en Brasil. En la delegación argentina había quedado con chances de medalla de oro únicamente Ringo. Es sabido por quienes alguna vez fuimos deportistas que de la villa donde se alojan los trasladan en micros hasta el lugar del evento. En ese transporte viajaba Joe Frazier su rival y el mismo Ringo que en todo su trayecto mosqueba al morocho diciéndole de todo menos bonito. Una vez dentro del ring se acabaron las chanzas y había que demostrar que las amenazas como que lo iba a poner blanco, que lo iba a noquear se habían terminado. Comienza la pelea y Frazier le pone un par de manos que le hacen sentir el rigor es allí cuando Ringo le hace un clinch y en la impotencia le muerde la oreja al rival y mi amigo testigo de este hecho me cuenta que a pesar de haber sido descalificado a Frazier lo puso cumpliendo su promesa blanco pero de dolor

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  2. Como no acordarse de ese día para los que ya tenemos 56 años, y haber vivido esos dos acontecimientos q marcaron al deporte argentino. Por suerte Ringo pudo disfrutar del campeonato de 1973 de aquel estupendo e inolvidable equipo de Menotti. Y siempre quedo una de sus frases célebres, que la experiencia es un peine cuando ya no tenes pelo. Y del negro Galindez, que se puede decir de esa pelea que no se haya dicho. Está en las retinas de todos los que la vimos y en la historia del boxeo mundial. Ahí se vio lo que un argentino puede hacer cuando se lo propone, pero siempre ayudado con una viveza o mentira criolla, lo que muchas veces nos hace ser el malo de la película, mostrando nuestro lado más oscuro, cuando tendría que ser de otra manera. Lamentablemente, la tragedia unió sus destinos de muerte, como un hecho que tuvieron que pasar, para terminar de consolidarse como ídolos del deporte argentino ��. Abrazo

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  3. Aplaudo el texto, los detalles de la crónica y la emocionante "curaduría musical". Venia disfrutando infinitamente y el tango de d'arienzo" lo venía tarareando mentalmente mientras leía.....cuando lo vi, me quebró ...mil gracias!!!!

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  4. Dos verdaderos campeones, hermanados no sólo por la guapeza, sino también por su final trágico.

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  5. Que lindo texto. Se me vinieron recuerdos de aquel día , parado en el último escalón, asomado en el Duco , pasaba Ringo por última vez ..

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  6. Haber remomerado aquellos tiempos de gloria y derrotas de dos ídolos indiscutibles para nuestro deporte, me trasladó a mis doce años; aquella pelea memorable la vi en la casa de un vecino que en aquel entonces erá el único en el barrio que tenía televisor.
    Me hizo recordar los gritos; los insultos; las clamaciones y la euforia de mis adultos viendo ésa pelea.
    Gracias poe el texto.

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