LA TRAMPA DEL PENSAMIENTO BINARIO - por Carolina Beresi



La duda es un estado incómodo, 
pero la certeza, es un estado ridículo.

Voltaire 




Estamos tan acostumbrados a satisfacer nuestra necesidad de categorizar todo, que para lograrlo fácilmente tendemos a analizar la realidad de manera dicotómica: 

hombre / mujer                                      civilizado / salvaje

blanco / negro                                       heterosexual / homosexual

aliado / enemigo                                    cordura / locura

salud  / enfermedad                                normales / anormales  

capitalistas / proletarios                         izquierda / derecha

 rural / urbano                                        sagrado / profano

belleza / fealdad                                     materia / espíritu 

sexual / no sexual                                   humano / animal

feminidad / masculinidad                       luz / oscuridad


Sin embargo, no son aspectos contradictorios, sino más bien complementarios y que, además, resultan totalmente insuficientes para abordar cualquier situación o escenario.

Aceptar estos términos así como se nos presentan, nos empuja, sin que nos demos cuenta, a asumir una manera de pensar que se conoce como pensamiento binario.

Se engloban así a grupos de ideas como “verdades objetivas universales e inmutables” que nos llevan por un camino que tiende a posturas cada vez más rígidas.

Pero, ¿qué es el pensamiento binario en definitiva?





El pensamiento dicotómico es excluyente, limitante y cerrado. Quizás esto empieza hace muchos años, cuando Aristóteles afirmaba que la realidad está dividida en pares de opuestos que son la base del pensamiento. Por ello nos hablaba de “tertium non datur” que significa “no hay tercera opción”.

Esta manera de pensar los problemas que enfrentamos implica fomentar la división de la realidad en grupos contrapuestos. En uno me ubico yo, con la certeza de mi opinión, frente a la opinión (o concepción o forma de vida o elección) del grupo antagónico.

Hay que reconocer que el pensamiento binario es sumamente útil para tomar decisiones, porque limita las opciones y resulta eficaz porque sería imposible evaluar todas las posibilidades existentes en cada oportunidad en que debamos optar entre distintas alternativas. 

Sin embargo, su utilización nos condiciona a la existencia de dos categorías absolutas, volviendo invisible un enorme abanico de opciones.

O sea, el binarismo es más práctico pero menos preciso, mientras que la complejidad es menos práctica, pero más precisa. Sin embargo el pensamiento dicotómico también resulta muy útil para mantenernos ocupados y separados. 

Las posiciones antagónicas, sin aceptación de matices, se convierten en una herramienta muy válida para la asunción de posturas cerradas (cuando no fanáticas) y termina resultando funcional al sostenimiento de la realidad tal y como se nos presenta, dificultando cambios significativos.

Tengamos en cuenta que toda posición que se presenta como absoluta o universal surge como la asimilación (igualación) de lo que no es igual como si fuera idéntico. Como una totalización de sentido, de pensamiento, de concepciones.




Si analizáramos por un momento las verdades que defendemos, que asumimos como válidas y si, además, tuviéramos la precaución de mirar detenidamente a que posiciones o ideas nos enfrentamos, quizás empecemos a ejercitarnos en la duda como una herramienta fundamental para el desarrollo del pensamiento.

Este es un momento donde se impone la idea de que todos debemos saber sobre todo, donde la certeza manda. Donde no existe lugar a la duda, donde debemos mostrarnos por encima de cualquier incertidumbre o cualquier indecisión. 

Y si, por alguna razón, en nosotros surge una duda o un interrogante, no debemos hacerlo público porque la reacción puede ser inmediata y contundente.

A todos nos queda más que claro que la duda, cuando es planteada por cualquier persona, se interpreta como inseguridad, lo que a su vez puede traducirse como vulnerabilidad de quien duda.




Si empezamos a pensar en la duda como herramienta, no deberíamos olvidarnos de que Foucault nos enseñó que el “poder” y la “verdad” están íntimamente relacionados, porque el poder intenta hacer valer las verdades que les son útiles o funcionales. 

Es decir, pretende imponer sus verdades como certezas, las que fácilmente podríamos defender como propias, si no damos a la duda el lugar que merece. Porque si no dudamos, seguramente estamos siendo arrastrados.

Necesitamos deconstruir nuestra propia percepción de la realidad y aceptar que la diversidad es parte de la vida, que existen los matices, la variedad y la complejidad, los cuales no podemos negar testarudamente.

Si entendemos la importancia de crear nuevas maneras de aprendizaje que nos permitan manejar nuevos conceptos, quizás podríamos ver nuevas opciones y, en definitiva, acercarnos a nuevas prácticas sociales. Deberíamos manejar otras nociones e ideas sobre lo que se nos presenta como “lo normal”, revisando todas nuestras certezas y nuestras verdades.

Siempre creí que las etiquetas o las categorizaciones tan rotundas solo nos cierran puertas. Por el contrario, pienso en la duda como un ejercicio que nos brinda una gran oportunidad para quienes soñamos con cambiar algo.

Es Edgar Morín quien nos habla del “pensamiento que relaciona” (refiriéndose al pensamiento complejo), lo que junto al ejercicio de la duda podría ser una herramienta válida como una contraposición al pensamiento binario. 

Cambiar nuestra actitud ante las certezas que nos rigen no implica sencillez, todo lo contrario, es difícil y debemos ser conscientes de que la posibilidad de equivocarnos siempre será mucho más alta cuanto más profundicemos en los matices y en la complejidad. 

Sin embargo, la creatividad, la imaginación, el humor, el arte, la interdisciplina, el enfoque intercultural y la flexibilidad seguramente nos permitirán ir más allá y atravesar las barreras que nos impiden acercarnos a ese otro mundo posible y necesario.

Por lo que el binarismo implica la reducción de algo que necesariamente es más complejo.  Y sostiene que una postura distinta a las dos opciones enfrentadas no es aceptable, principalmente porque implica un mayor esfuerzo para interpretar la realidad. 





Aunque yo creo que también el miedo incide cuando se elige esta manera de pensar, ya que el pensamiento binario requiere asentarse en certezas, las que generalmente nos brindan una mayor sensación de seguridad.

Sin embargo, nadie nos enseña a dudar y, mucho menos a considerarlo como una buena práctica. 

Mientras que, por otro lado, el poder (para evitar ser desenmascarado) utiliza la construcción de verdades y “certezas universales”, intentando distraer la atención y disimulando las relaciones existentes y necesarias entre ambas.

La primera de las intenciones del poder es invisibilizar y enmudecer a quienes intentan desenmascarar la realidad. Sin mencionar que quienes se atreven a contradecir alguna verdad defendida como certeza, son inexorablemente cuestionados. 




Quienes pueden ver los matices existentes, quienes se dan cuenta de que entre el blanco y el negro existen infinitos grises y que el mundo es cada vez más complejo, resultan muchas veces ridiculizados, atacados o enfrentados.

Pensemos por un momento que estas categorizaciones, utilizadas por el binarismo, tienen como objetivo la construcción de sentido. Una reducción de la realidad que busca sostener un sistema de poder donde, claramente, ciertos grupos están por encima de otros, que se encuentran subordinados. 
 
Por ejemplo: pertenecer a un grupo formado por hombres, sanos, blancos, profesionales, sin dudas implica privilegios a los que no acceden quienes pertenecen a un grupo formado por mujeres, negras, lesbianas, desocupadas, analfabetas.
 
Plantear las diferencias de manera dicotómica nos lleva a pensar en términos de bueno y malo, quien no alcanza determinadas categorías consideradas positivas, inmediatamente es ubicado en un espacio negativo, para el que también se generan teorías que explican y justifican estas diferencias y les dan legitimidad, o sea, las constituyen como certezas.
          
Jugábamos a Dios - Silvio Rodriguez



Comentarios

  1. Muy interesante tu articulo Carolina, lo tomare para mi clase de filosofía, en grados 10 y 11 de bachillerato en Bogotá, Colombia. Quería contarle a mis estudiantes algo de la autora pero desafortunadamente mi búsqueda fue infructuosa . De pronto si ves mi comentario podrías contarmealgo. Muchas gracias
    Jairo Hoyos

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