Mundial 78: entre la fiesta y el horror - Por Sergio M. y Cherco Smietniansky

1) La fiesta en un clima enrarecido.

Crecí en un país en el que la mayoría de los argentinos pensaban que nuestro fútbol era el mejor del mundo. Pero eso era solo en la teoría, ya que en la práctica no nos iba tan bien cuando debíamos refrendarlo en la cancha, a excepción de aquel lejano subcampeonato en el inaugural campeonato mundial de 1930.

Pero hubo un tiempo, cuando fuimos “derechos y humanos”, en que logramos hacer realidad aquello de que Argentina tenía el mejor fútbol del mundo. Y eso ocurrió en 1978, año en el que, como local nuestra selección obtuvo su primer título mundial.

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Pero, siempre hay un pero, el festejo no pudo ser completo. Y para ello, influyeron factores extrafutbolísticos, pero muy importantes.

El clima político de la Argentina de aquel tiempo, estaba viciado desde mucho antes del comienzo del Mundial, torneo que ya cargaba con la acusación de ser utilizado por la dictadura como medio de propaganda

La presencia de las selecciones clasificadas fue total, a pesar de las amenazas que varias de ellas habían lanzado, acerca de no concurrir, para hacer público el rechazo del mundo a la Junta Militar.

El que sí faltó a la cita fue el gran astro del fútbol mundial de entonces, el holandés Johan Cruyff, que años después aclaró que su decisión se basó en motivos personales y no políticos, aunque permítasenos dudar de ello, teniendo en cuenta la actitud de sus compañeros de la selección de Holanda, luego de la final.

Recordemos que en ese entonces disputaban la fase final del mundial 16 equipos, divididos en cuatro zonas, clasificándose los dos primeros de cada grupo a la fase siguiente. Con los 8 clasificados se conformaban dos grupos, que jugaban todos contra todos. Los 2dos de cada uno de estos grupos jugaban por el tercer y cuarto puesto y los primeros la gran final.

Argentina integró el grupo I,  que se jugó en Buenos Aires y Mar del Plata, y debió enfrentarse a Hungría, Francia e  Italia.

Luego de sendos triunfos sobre húngaros y franceses por 2 a 1, llegó el momento de definir el primer puesto del grupo contra Italia, que también había vencido a los mismos rivales. Ganó Italia 1-0 y la selección debió trasladarse a Rosario para jugar el denominado grupo B, cuyos demás partidos se disputaron en Mendoza.

Allí, en el Gigante de Arroyito, apareció el que al final sería el mejor jugador de la copa, Mario Alberto Kempes (según sus propias declaraciones de estos días, único jugador argentino que fue campeón mundial, a la vez que goleador y mejor jugador del mismo),  que, frente a Polonia hasta atajó  un disparo rival volando de palo a palo (penal que luego atajaría Fillol), amén de haber convertido los dos goles para el triunfo por 2-0.

El mismo día en Mendoza, Brasil derrotó a Perú por 3-0.

Contra  Brasil fue un partido cerrado, con muchísimo respeto entre ambos; casi  sin situaciones peligrosas a excepción de aquella que dispuso el Negro Ortiz, que se perdió cerca del palo derecho del arquero brasilero.

En tanto, Polonia derrotaba 1-0 a Perú, en el duelo entre los que serían los jueces de la dilucidación del primer puesto del grupo al enfrentar en la última fecha a los dos equipos sudamericanos.

En primer turno, en Mendoza, Brasil venció a Polonia por 3 a 1, con lo que alcanzó las 5 unidades y una diferencia de gol de más 5.

Argentina, debía ganarle a Perú por cuatro goles para sacar su boleto a la final. El partido empezó con un remate de Muñante en el palo izquierdo de Fillol, que paralizó los corazones de todos los argentinos. Luego, un gol de Kempes y otro de Tarantini sobre el final de primer tiempo, comenzaron a darle tranquilidad al equipo de Menotti. El segundo tiempo fue una avalancha "albiceleste": un nuevo gol de Kempes, uno de Housseman y dos de Luque, sellaron el 6-0 final y la clasificación a la que era la segunda final del equipo argentino.  

Las dudas sobre  el desarrollo de ese partido comenzaron luego de que se corriera el rumor de que el propio Videla se hizo presente en el vestuario visitante durante el entretiempo y aún están latentes, a pesar de que nadie ha confirmado esto desde el lado peruano.

La final estuvo exenta de polémicas, al menos en lo deportivo,  y en un estadio de River Plate con tribunas completas y el césped cubierto de papelitos, se vio un partido de fútbol emocionante y que debió definirse en tiempo extra.

Argentina enfrentaba a Holanda subcampeón mundial en 1974 que, por ende, jugaba su segunda final consecutiva con un gran equipo que pasó a la historia con el mote de “la naranja mecánica”.

El partido, que empezó algo lento, poco a poco fue ganando en intensidad. Así, en el minuto 35 de la primera parte Kempes colocó el 1-0  para Argentina. Aunque las ocasiones se sucedían en los dos arcos, recién en el minuto 81 Nanninga, marcó de cabeza el gol del empate. Sobre el final del tiempo reglamentario, sucedió algo que, por centímetros no cambió la historia; Resenbrink estrelló un tiro en el  palo, dándole vida a Argentina que, con esa ventura, llegaba a la prórroga. 

En el tiempo agregado, el equipo argentino fue con todo en busca de la gloria, alentado ruidosamente por la multitud que había visto como casi se le escapaba el Mundial en un minuto. Un gol de Kempes y otro de Bertoni, sirvieron para el 3 a 1 final, que desató el festejo por el primer título mundial conseguido por el fútbol argentino.

Quedarán en la historia los goles de Kempes, las atajadas de Fillol, la seguridad de Luis Galván y Pasarella, la dinámica de Ardiles y el  buen rendimiento del resto en los momentos en que cada uno debió entrar a la cancha.

Luego, la ceremonia de premiación y el festejo en las calles y plazas de toda la Argentina, en lo que se ha transformado en un recuerdo imborrable.

Imborrable también es la actitud de los jugadores holandeses luego de la derrota, negándose a asistir a recibir sus medallas en repudio a la Junta Militar. Esa actitud y el manejo de la opinión pública que ejercieron los medios afines a la dictadura, hicieron que se convirtiera a los subcampeones en enemigos y que, en todas las canchas de Argentina se popularizara el cantito que decía que “el que no salta es un holandés”.

2) La utilización política y el horror

El Mundial 78 es motivo de muchísimas controversias. El de su utilización política es la más resonante de ellas ya que necesariamente abarca a la segunda, la cual podríamos caracterizar  o no,  como de índole deportivo.

Lo primero que hay que aclarar es que la Junta Militar no planificó ese Mundial, sino que se topó con él.

De hecho y como dato anecdótico, es sabido que los militares querían desechar su famoso logo de la pelota sostenida por dos banderas argentinas. Esas banderas nacían rectas y luego se encorvaban  siguiendo el contorno de la N° 5 y los milicos sostenían que el mismo estaba inspirado en el más famoso de los saludos de Perón.


  Ahora bien, no planificar no es sinónimo de no utilizar y la Junta utilizó el Mundial  para intentar lograr cierto consenso y legitimación.Y acá vienen los debates.  ¿Les sirvió políticamente ese Mundial?

Nunca hubo acuerdo sobre el tema y probablemente nunca lo habrá. 

En mi opinión esa pregunta necesariamente debe ser desdoblada. 

En el plano local le dio cierto rédito y en el internacional no.

Basta googlear imágenes de las Madres de Plaza de Mayo en tiempos dictatoriales para caer en la cuenta que una gran mayoría son de medios extranjeros en el marco de dicho Mundial.

Otro dato es que la película oficial de la FIFA de ese Mundial no es la patética "Fiesta de Todos" con el Gordo Muñoz haciendo campaña publicitaria de los genocidas, sino una que no fue hecha por argentinos y que nunca se llegó a estrenar entre nosotros por su contenido crítico a la Dictadura cívico-militar. 

 Más allá de los debates lo cierto es que las y los secuestrados en el centro clandestino de la ESMA escuchaban -en medio de su calvario- los cantos futboleros que llegaban del vecino Monumental.

Lo que también es cierto es lo que cuenta Graciela Daleo, que ella y otros prisioneros fueron sacados un rato de la ESMA por sus torturadores la noche de la consagración mundialista, tan sólo para que vean los festejos de la gente. Es decir, para seguir torturándolos.

Todo eso es cierto, tan cierto como que 40 años después de ese Mundial, Graciela Daleo asistió a un estadio de fútbol para participar de un acto que organizó el Club Atlético Banfield  en homenaje a un compañero y amigo suyo víctima del Terrorismo de Estado, llamado José Pablo "El Tala" Ventura. 

Tan cierto como que de las entrañas de nuestra cultura futbolera nació la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol argentino, como una instancia más de lucha por Memoria Verdad y Justicia.

Tan cierto como que a pesar de su utilización y manipulación, la pelota sigue sin mancharse.

Porque no es la pelota la responsable del genocidio, sino los genocidas y sus cómplices.  Cómplices que -vale la pena aclarar-  fueron muchos.

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Para terminar musicalmente, hoy vamos a escuchar a  Astor Piazzola.   El músico había declarado antes que “Para el Mundial le voy a entregar al  país un larga duración que no sé si va a  gustar o  no,  pero que es  mi homenaje  al  fútbol,  un  deporte que me gusta muchísimo. Se llama Piazzolla- Mundial 78”.

Lo anecdótico es que dos años después del Mundial, Piazzola relanzó el disco, probablemente por la mala fama del torneo en el exterior, cambiándole el nombre al álbum por Chador. Asimismo, todos los temas quedaron rebautizados: Mundial fue retitulado como Thriller; Marcación se transformó en Panic; Penal pasó a llamarse Tango Fever; Gambeta se convirtió en Chador; Golazon  Gooooal; Wing en Buenos Aires Promenade; Corner  en Milonga Trip y Campeón en Tango Blues.

Y entre ellos elegimos “Mundial”, o lo que es lo mismo, “Thriller” que en inglés significa tanto emoción  como estremecimiento. Ambos sentimientos sobre los que trata esta nota.

 


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